jueves, 10 de septiembre de 2009

Editorial 17

Posta del Día.

Busquen primeramente el Reino de Dios y su justicia,
y las demás cosas serán añadidas.

Jesús. En el evangelio de Mateo. La Biblia.


Reflexión I
La agenda.

Días atrás recordé un cuento:
La escena es la de un congestionamiento de autos en una carretera, producido por un inconveniente que impedía el avance de quienes venían de gozar el fin de semana alejados de la ciudad.

Alteradas en un principio por la inesperada situación y como la espera se hacía larga, extrañamente, al resignarse ante la demora inevitable, las personas comenzaron a comunicarse entre ellas identificándose no por sus nombres, sino por el de las distintas marcas de sus autos: Alfredo, Violeta, Ricardo, pasaron a ser Renault, Ford, Chevrolet…
Obligadamente desprendidos del apuro por llegar a sus casas y prepararse para las faenas del día siguiente,
olvidaron que tenían que ir a algún lado y comenzaron a relacionarse como verdaderos seres humanos:
Charlaban, comentaban sus cuestiones personales.
Sin prejuicios. Sin temores.
Se mostraban tal como eran, tanto ellos como ellas,
abriendo sus mentes y sus corazones.
Incluso hubo quienes se enamoraron durante ese tiempo atemporal.
Felices, vivían la vida…

Hasta que llegó el momento en que percibieron que el inconveniente vial había sido solucionado.
Inmediatamente se separaron.
Todo atisbo de humanidad fue dejado de lado.
El ritual desenfrenado del día a día tomó el control.
Cada uno en su auto, avanzó lentamente en un principio, para luego ser posesionados por la alta velocidad que les urgía la presión del que venía detrás y el incentivo de alcanzar y sobrepasar al que tenían delante.
La cacería del predecesor.

Cuenta el relato:
“No se podía hacer otra cosa que abandonarse a la marcha , adaptarse mecánicamente a la velocidad de los autos que lo rodeaban, no pensar…se corría hacia las luces que crecían poco a poco, sin que se supiera bien por qué tanto apuro…todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia adelante”

El cuento se llama “La autopista del Sur”.
Su autor, el argentino Julio Cortázar.
Algo que es habitual,- un obstáculo en el camino-, es utilizado por Cortázar para pintar un cuadro de la vida cotidiana:

Urgidos por la velocidad de nuestro tiempo, corremos mecánicamente en busca de algo que no sabemos bien de qué se trata, sin la decisión de pararnos para pensar.
Sólo algún percance, la muerte de un ser querido,
una enfermedad delicada, el desempleo…
hacen que pongamos el pie en el freno y recién en ese momento nos ponemos a pensar en la vida, en sus valores olvidados.

Pero mientras nada de esto ocurra, seguiremos presos de nuestras estructuras y rutinas, sin intentar una pausa o un cambio.

Hay un relato bíblico sobre este asunto.
Lo leímos el domingo en los cultos.
Está en el evangelio de Marcos, capítulo 7.
Cuenta la Biblia que
Jesús viene de unas jornadas agotadoras.
Llega a un lugar y les pide a sus acompañantes que nadie lo moleste porque quiere descansar.
Algo así como “echarse” una siestita.

Sin embargo, una mujer que tenía su hija muy enferma, viene a pedirle que la cure. Imaginemos la escena:
Alguien que tiene todo el derecho de tirarse un rato a descansar, es presionado por una persona necesitada, entre otras tantas personas con urgencias similares.

La disyuntiva es clara.
¿La agenda o la persona?
¿Su tiempo para él o el reclamo de una persona en angustia?
¿Por qué quebrar su ritmo de descanso,
que tiene bien merecido y justificado?

Jesús desarma su horario reservado para descansar y sale a ver qué pasa.
Sorpresa. La mujer que lo reclama es siriofenicia. No es judía.
Un Maestro judío, de la categoría de Jesús, no debía juntarse con personas que no eran de su raza.
Para colmo…. Mujer.
Estaba establecido que un Maestro, hombre, no debía permitir el acercamiento femenino.

No lo dice el relato, pero podemos imaginarnos que Jesús podría pensar: “¿Para que desarmé mi agenda?”
En la ruta de su vida aparece un inconveniente que lo obliga a enfrentar una situación no esperada.
No se vuelve atrás.
No huye. Se juega.
Establece la comunicación con la mujer.
Su orden de prioridades es impecable.
Su decisión no deja dudas.
Prevalece lo que es verdaderamente importante.



¿Y por casa cómo andamos?
¿Accionamos como Jesús?
Mmmmmm… difícil…
Tal vez el término agenda es muy técnico.
Su imagen nos traslada a un médico, a un abogado, o a cualquiera de los profesionales o no que fijan meticulosamente las porciones de su tiempo, organizando metódicamente hasta el placer.
Les comento que esto ocurre aún con los más famosos, incluidos aquellos que solemos colocar en el altar de los intocables.

Pensemos en nosotros y nosotras.

Cada cual tiene sus horarios establecidos.
Su rito diario absolutamente organizado.
La hora de levantarse de dormir.
El desayuno. El trabajo.
Los y las amigas habituales.
Los hijos, las hijas. Los nietos.
Las compañeras y compañeros.
El fin de semana con un presunto descanso.
La serie o la película.
El boliche o el sillón frente a la tele, que sepultan la aburrida noche del sábado y el tedioso atardecer del domingo.

No nos engañemos.
Lo que llamamos la realidad de la vida suele ser una cobertura que esconde la vida real. La que está en otro lado, a la sombra de equívocas decisiones impulsadas por el correr en busca de algo
que no sabemos bien de qué se trata.

Claro, como éste es un programa de una Iglesia, la Metodista,
Ud. ya esta atenta o atento a la pregunta sobre
“¿Y qué hacemos con Dios? ¿Qué lugar ocupa?”.
Sin embargo aunque estos son cuestionamientos válidos,
el interrogante que queremos plantearle en este caso es:
“¿Qué hacemos con nuestra vida?”


No cada día, cada semana, cada mes, cada año… sino…
¿Qué hacemos en un momento como el que describe Cortázar, cuando ocurre un inconveniente en la autopista de la vida?
¿Cómo actuamos cuando surge un imprevisto que quiebra la monotonía que apresa, que encadena?

Jesús decía que el Espíritu es como el viento.
Sopla desde distintos lugares
sin saber de dónde viene y adónde va.

¿Y si un día decidimos salir del encierro derribando las paredes y las puertas que levantamos para aislarnos,
y nos vamos al patio de la existencia humana para dejarnos llevar por el viento de la vida plena?

Es cierto, nos despeinaremos.
Algunas piedrecillas llevadas por el viento nos pegaran en la cara.
Añoraremos la calidez de la cocina. La seguridad del encierro.
Sin embargo,
pronto nos invadirá la sugerente presencia de la libertad
sobre el cuerpo,
sobre la mente,
sobre el corazón.

¿Para qué esperar la aparición de una dificultad
que pare el auto de nuestra vida
y nos haga reflexionar sobre ella?

Lo podemos hacer hoy.
Tal vez sea demasiado fuerte para hacerlo sola, solo.

Por eso desde la Iglesia Metodista de Belgrano al 300,
en Bahía Blanca,
te proponemos que...
Pensemos Juntos la Vida.

Seguí habitando miedos, planetas asesinos
refugios antiaéreoscavernas insoportables
que mientras tanto el solpor vos
afuera está esperando…
que no hay pena que valga la pena
ni vida que sea vida cuando te cuesta la vida.
Fragmento del poema " Dulce tablero de ajedrez"
Autor: Claudio Concilio

Anibal Sicardi
Corrección: Rubén Ash
10 de septiembre 2009

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