jueves, 26 de noviembre de 2009

Letra: Río y Mar

Interprete: León Gieco

A veces me siento grande como el mar
a veces un corto tiempo del río que va
soy un horizonte que te da las tormentas
y a veces soy un sauce que pide al viento dejar de llorar
río y mar, tal para cual
A veces soy un milagro que empieza
a veces una esperanza que pasó
soy una puerta del alba que se cierra
y a veces soy un caminante que te ruega por entrar
río y mar, tal para cual.
A veces soy el altar de la luna
a veces arena pobre con sombras
soy un fantasma salvaje que no vuelve
y a veces soy un pájaro que por vos quiere regresar
río y mar, tal para cual
río y mar, tal para cual

Editorial 28:(26/11/09)



Asuntos menores.

Una buena película argentina es “Historias mínimas”. Ronda sobre tres personajes que deciden viajar en busca de tres objetivos distintos.

A Don Justo, 80 años, se le perdió el perro y quiere encontrarlo.

Roberto, de 40, desea establecer relaciones matrimoniales con una joven viuda, que está a bastante distancia desde donde él vive. Roberto decide llevarle una tarta de crema, encargada especialmente para la ocasión. Piensa aprovechar la sorpresa de la mujer por ese regalo y le propondrá matrimonio.

María Flores, 25 años, muy humilde, gana un concurso de televisión cuyo premio es un robot de cocina. No sabe como lo usará pero viaja para recibirlo.

Los dos varones y la mujer, que viven en distintos lugares, emprenden sus viajes usando el sistema del dedo, favorecidos por la gentileza de los camioneros quienes escuchan lo que cada uno de los tres personajes cuentan sobre sus vidas.
También entre ellos cuando se entrecruzan en los caminos de la Patagonia.

Son historias de gente no conocida por el público. No integran el espacio de los famosos que se leen, escuchan y ven habitualmente en los medios de comunicación. Son personas comunes. Por ello el director de Historias Mínimas, Carlos Sorín, le puso ese nombre.

Relatos que podríamos clasificar como de asuntos menores. La Biblia tiene algunos de ese estilo. Veamos…

Está el de Moisés:

El Faraón de Egipto decide eliminar a los niños menores de dos años.
Sus asesores le habían alertado que el crecimiento numérico de los niños varones, en el futuro podría poner en estado de rebelión al pueblo judío, que era sus esclavo.
Una madre quiere salvar a su hijo. Lo pone en una canasta y la coloca en el río.
Las aguas llevan al niño hasta los jardines del palacio del Faraón. Lo adoptan.
El pibe se convierte en un buen estadista del gobierno egipcio, pero, cuando es mayor, se pasa a las filas de los de su raza y se transforma en el líder que saca a Israel de la esclavitud de Egipto.

Otro es el que nos cuenta sobre David y Goliat:

David es un pobre tipo al lado de Goliat, a quien debe enfrentar. A todas luces va a perdedor, pero David tiene una honda, una piedra y puntería. Goliat a la lona.
Mas tarde David será un querido y gran líder de Israel.



Por último recordemos el encuentro entre Jesús y Poncio Pilatos:
Cuenta la Biblia que al disentir Jesús de los religiosos y políticos judíos de su época, éstos lo apresan y lo llevan ante Pilatos para que lo juzgue y condene.
El que nació en un pesebre es casi desconocido para el representante del Imperio romano en Jerusalén.

Según los evangelios, especialmente el de Juan, capitulo 18, Pilatos percibe que Jesús es inocente. Intenta una salida. No le funciona. Finalmente, por la presión ejercida por los demás, se encoje de hombros y decide sentenciarlo a la crucifixión, junto a otros dos verdaderos reos.

Para Pilatos, bien instruido en sus responsabilidades de representante del Imperio, el de Jesús es un caso menor. Uno entre otros. Si le salió mal su intento de hacer zafar a Jesús de una pena que no le correspondía, no puede dedicarle demasiado tiempo. Es un caso menor. Uno entre muchos otros.
Así que… ¡A la cruz!

Pocos años después, aquel asunto menor se transformó en un asunto mayor. Los y las seguidoras de Jesús crecieron tanto e influyeron de tal manera en la sociedad, que fueron catalogados de peligrosos. Desde el mismo centro imperial, Roma, se decidió reprimirlos, incluyéndolos como parte (víctimas) dentro del espectáculo del Circo Romano. Hoy se los llamarían subversivos o terroristas. Es decir, un caso mayor.
Una asunto de Seguridad de Estado.

Moisés, David, Jesús y tantos otros y otras forman parte de esas Historias Mínimas. Personas comunes. Sin importancia a la luz de la lógica de los sistemas económico-políticos de turno que, imprevistamente, son activos en las transformaciones sociales.

Historias Mínimas, como la tuya, la mía.
Dejadas al costado del camino propuesto por quienes se adueñan del poder. Los que nos usan como piezas descartables en la maquinaria de la producción que favorece a unos pocos y dejan postergados a muchos.

Asuntos menores que son asuntos de vida. Cuando sus portadores se entrecruzan y abren el corazón de unos hacia otros, los sentimientos y las ilusiones, escondidas como asuntos menores, pasan a confluir en un río que desemboca en el mar de la transformación de la vida personal y comunitaria.

Son asuntos menores que pueden pasar a asuntos mayores. Así que no es casual que nos enseñen a estar separados. Divididos. ¡Es cierto!
Pero no por nada Jesús nos propone superar las fronteras de razas, clases sociales, diferencias físicas, etc. y formar un nuevo hombre. Una nueva mujer. Una nueva sociedad. Quiere que nos unamos y nos ayudemos unos a otros.
La vida en comunidad es un caso mayor. Un asunto de estado.

Por eso, desde la Iglesia Metodista que está al 300 de la calle Belgrano de Bahía Blanca, testificamos sobre esa realidad y proponemos este desafío: que los protagonistas de Historias Mínimas, los considerados como portadores de asuntos menores,
Pensemos juntos la vida.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Editorial 27: (19/11/09)

Los muros que siguen firmes.

Hace unos días se recordó la Caída del Muro de Berlín ocurrida en 1989. Hubo grandes festejos en Alemania y en muchos lugares del mundo. No hay porque desmerecer el acontecimiento, pero debe tenerse en cuenta que aún subsisten muchas murallas que separan y distancian a los seres humanos.

Los muros pueden ser de una diversidad infinita de materiales. Pueden estar construidos de hormigón, cemento, acero, pueden poseer rejas, alambrado simple o de púas, etc. Cualquier elemento puede ser utilizado para separar y dividir.

También puede ser una vía de ferrocarril que aparta una zona de otra de un pueblo.

O una calle o avenida, que no tienen ningún elemento de separación visible y sin embargo dividen. Un ejemplo de esto acá en Bahía, es la Av. Colón, donde a la altura de Drago, se hace evidente la diferencia entre quienes compran y/o pasean por la Drago peatonal desde Colón a Donado y los que transitan hacia Moreno o Rondeau.

En las ciudades como la nuestra no hacen falta muros visuales para separar a la gente según el potencial económico. Una cosa es vivir en la avenida Alem y otra en el Noroeste.

También en un mismo barrio, por ejemplo Villa Rosas, donde se plantea la diferencia entre los que viven en la parte interna de la Villa y la de los que están cerca del empedrado.

Por cierto, están los que viven en countries y barrios privados absolutamente aislados del resto. ¿Será sólo por seguridad?

Hmmmm

Pero el divisor “Señor Poder Económico” no es para nada patrimonio exclusivo de nuestra ciudad ni de nuestro país.

En el resto del mundo se yerguen infinitos murallones y tapiales separatistas. Tangibles e intangibles.

Hay muros físicos, visibles, incluidos los que son productos de alguna formación geográfica y los construidos adrede por el hombre.

Recordemos los paredones que pretenden impedir el acceso de mexicanos hacia Estados Unidos o en España para evitar el paso de los nacidos en África.

Hay un muro entre Israel y Palestina. Está construido por paredes de hormigón de ocho metros de altura, con torres de control cada 300 metros, bordeado por zanjas de dos metros de profundidad, alambradas de púas y carreteras.

Construido por Israel, a un costo de un millón de dólares por kilómetro.

La Corte Internacional de Justicia lo condenó como “Muro de la vergüenza”, pero sigue ahí cumpliendo su rol divisorio.

En Bagdad, a contrapelo de sus habitantes, Estados Unidos levantó varios muros para separar las comunidades chiitas de las sunitas.

Arabia Saudí sospecha de los de Yemen del sur, a quienes cataloga como terroristas, y desde 2007 construye un muro de unos cinco mil kilómetros, altamente sofisticado, cuyo valor será de unos diez mil millones de dólares.

Un estudioso del tema, el canadiense Michel Foucher afirma que "Hoy se han endurecido las prácticas fronterizas", y el diario inglés The Guardian sostiene que: "Nunca, desde la Edad Media, ha habido tanta demanda de muros".

A todos estos divisores físicos hay que agregarles aquellos cercos interiores, invisibles, probablemente mucho peores que los primeros: la xenofobia, el racismo, el clasismo, el sexismo y muchos otros “…ismos” apoyados en legislaciones, como las europeas, que rechazan a los inmigrantes africanos, asiáticos, latinoamericanos y a muchos otros más…

Mientras tanto se habla de igualdad, pero la práctica queda lejos de esas declaraciones. Pululan los muros para evitar las relaciones entre unos y otros, unas y otras. Humanos y humanas.

Razón tiene el filósofo Yves Michaud: "Hay gente que no tiene idea de que otra vida sea posible".

A lo que debe agregarse lo de Goethe: “No se puede amar lo que no se conoce”.

Como excusa para la construcción de esas murallas se apela a los argumentos económicos que esconden las sensaciones raciales o de presunta superioridad de raza o de origen.

Para vender la necesidad de las murallas se crean ficticios estilos de vida. Se construye un criterio de felicidad que no satisface a nadie, pero que se mantiene por la creencia de que los muros son necesarios.

Goethe, sabiamente, lo coloca en otro punto de partida. El temor de conocer al otro o la otra, junto a ese miedo: el no querer amar.

Jesús también enfrentó estos problemas.

Cuenta la Biblia que el Israel de entonces despreciaba a los habitantes de Samaria.

Un día, el Mesías, en su camino se encontró con una samaritana.

En vez de ignorarla como era de esperar, conversó con ella.

Al hacerlo, derrumbó dos muros: el de género y el de raza. Habló con una mujer, lo cual estaba prohibido para un Maestro como él y mucho más aún pues ésta era de Samaria.

Los discípulos se quedaron con la boca abierta cuando vieron la escena de su Jefe hablando con una mujer y además samaritana.

La conversación versó sobre situaciones personales de la mujer y desembocó en el problema religioso. La preocupación de la mujer era saber dónde se debía adorar a Dios. El tema es que los judíos insistían en el templo como lugar sacrosanto y ellos tenían otra idea.

Jesús fue lapidario: “Ni lo uno ni lo otro. Para adorar a Dios es bueno hacerlo en cualquier parte”.

Supera la barrera del lugar. Con ello derriba otros dos muros: la del lugar como edificio (Templo) y como espacio geográfico.

Hay otros ejemplos sobre ese estilo de vida que propone Jesús.

El de las relaciones sin prejuicio. Sin fronteras. Sin muros. Propone el vivir cara a cara. Sin tapujos. Sin miedos. Abiertos.

Por supuesto que no es tarea fácil.

Hasta puede ocurrir que cuando nos animamos a experimentar, nos salga mal y quedemos pagando.

Sin embargo, nunca hay que bajar la expectativa.

Si el otro o la otra nos falló, no importa, hay que perseverar. Incluso debemos mirarnos interiormente y preguntarnos: ¿Qué nos falta profundizar, corregir? ¿Qué actitud o palabra pronunciamos que hizo que el otro nos diera la espalda?

Recordemos que la responsabilidad en las relaciones, siempre es compartida.

En el caso de Jesús los discípulos aprendieron después de un largo caminar junto a Él, pero luego, en la historia de estos dos mil y pico de años, la iglesia una y otra vez se convirtió en muro divisor. No menos lo hicieron otras expresiones fe.

Es que las religiones hicieron su aporte, en muchísimas ocasiones, para mantener murallas separadoras de las vidas humanas.

Esas actitudes y palabras de división las hemos heredado e inclusive las hemos considerado necesarias e imprescindibles.

Desandar ese camino es difícil y es necesario tiempo y perseverancia para derribar nuestros propios muros.

Además, hay que convencerse de una vez por todas, que no lo podemos hacer solos ni solas.

Nosotros y nosotras, de la Iglesia Metodista de Belgrano al 300, aquí en Bahía Blanca, estamos convencidos de ello, por eso te proponemos este espacio radial, invitándote a que…

Pensemos Juntos la Vida.


Pastor Aníbal Sicardi

Cporrecciones: Rubén Ash

19 de noviembre de 2009



Letra: Donde esconder tantas Manos


Las Pastillas del Abuelo


Que yo no soy que es él
Que yo actué bien y él no
Ah no, de acá yo no me muevo
Que por cuestión de piel, de sexo, religión
Tus zapatos no me los pruebo.

¿A quién le vamos a tirar una pared
Cuando ya no nos quede nadie?
Tal vez un perro fiel a cambio de comer
Soporte hasta lo insoportable.

Temiendo ser peor, temiendo ser mejor,
Temiendo al fin, siempre temiendo.
Viviendo en el ayer, aletargando el hoy,
Sí, Victor, sí, Sobreviviendo.

Juzgando al por mayor,
Te alejás más y más
Del juicio que más importa.
Que es el juicio interior
Que es el que hay que afrontar
Siendo parte de esta torta.

La tribu dice el groove de un riff,
Ciento por ciento
A la paz de la nicotina
Hipocondria maternal y paternal
Hereditaria vitamina.

Los placeres te acortan la correa
Y vos que te pensás un indomable
¿Qué gracia tiene andar por esta sociedad
Jactándose de insobornable?

Si como un pulpo vas,
Tirando piedras,
No hay dónde esconder tantas manos..
Es mejor asumir
La cobardía de huir,
A la responsabilidad de vivir.

No importa cuánto me puedas alejar de la realidad
Yo siempre vuelvo,
Psicología infernal, Picante dulce y sal
Pero despierto y ya no vuelvo.


Pasado el tiempo al fin
El espejo devuelve
Una imagen más familiar.
Voy eligiendo a gusto
Y alternando puede haber picante dulce y sal.

Me bato a duelo con quien diga que voy bien
Porque hay rachas en la vida,
Soy grande y que señor no vaya a confundir
La soberbia con la autoestima!

Que la soberbia mira desde más arriba
Y no llora penas ajenas
En cambio el autoestima se transmite
Y contagia a cualquier persona buena.

Juzgando al por mayor,
Te alejás más y más
Del juicio que más importa
Que es el juicio interior
Que es el que hay que afrontar
Siendo parte de esta torta.

Si como un pulpo vas,
Tirando piedras,
No hay dónde esconder tantas manos..
Es mejor asumir
La cobardía de huir,
A la responsabilidad de vivir

jueves, 12 de noviembre de 2009

Letra: Plástico


Interprete: Ruben Blades

Ella era una chica plástica de esas que veo por ahí
De esas que cuando se agitan sudan chanel number three
Que sueñan casarse con un doctor
Pues él puede mantenerlas mejor

No le hablan a nadie si no es su igual
A menos que sea Fulano de Tal
Son lindas, delgadas, de buen vestir
De mirada esquiva y falso reír.

El era un muchacho plástico de esos que veo por ahí
Con la peinilla en la mano y cara de yo no fui
De los que por tema en conversación
discuten qué marca de carro es mejor.

De los que prefieren el no comer
Por las apariencias que hay que tener
Pa’ andar elegantes y así poder

una chica plástica recoger

Qué falló?

Era una pareja plástica de esas que veo por ahí
El pensando sólo en dinero
Ella en la boda en Paris
Aparentando lo que no son
Viviendo en un mundo de pura ilusión
Diciendo a su hijo de cinco años
No juegues con niños de color extraño
Ahogados en deudas para mantener
Su status social en boda o hotel.

Qué falló?

Era una ciudad de plástico de esas que no quiero ver
De edificios cancerosos y un corazón de oro ver
Donde en vez de un sol, amanece un dólar
Donde nadie ríe, donde nadie llora
Con gente de rostros de poliéster
Que escuchan sin oír y miran sin ver
Gente que vendió por comodidad
Su razón de ser y su libertad.

Oye latino oye hermano oye amigo
Nunca vendas tu destino por el oro ni la comodidad
Nunca descanses pues nos falta andar bastante
Vamos todos adelante para juntos terminar
Con la ignorancia que nos trae sugestionados
Con modelos importados que no son la solución

No te dejes confundir
Busca el fondo y su razón
Recuerda se ven las caras
Pero nunca el corazón
No te dejes confundir
Busca el fondo y su razón

Editorial 26: (12/11/09)

Encontrarse con la propia historia.

Martín cuenta que un día le prestaron un acordeón y que, al tocarlo, el cuerpo entero le tembló. No entendió el por qué.

Tiempo después supo que el acordeón era un instrumento que su madre tocaba con mucho amor.

Cuando su cuerpo tembló, no lo sabía.

Martín fue criado por una familia que no era la suya.

No conoció a su madre.

Veintinueve años atrás, ésta había ingresado a la triste lista de los y las desaparecidas de la dictadura militar.

Hoy, desde hace menos de un mes, Martín es el nieto recuperado número 98 de las Abuelas de Plaza de Mayo.

Hubo pistas que le hicieron dudar si realmente era parte de la familia donde vivía, hasta que un día, -cuenta el joven-, sintió la necesidad de averiguar por sí mismo cuál era su origen.

La decisión fue personal.

Nadie se lo propuso.

Lo hizo por cuenta propia.

La puesta en práctica la realizó junto a otras personas.

Se acercó al CONADI, la Comisión Nacional para el Derecho de la Identidad. También a las Abuelas de Plaza de Mayo.

Entre todos lograron reconstruir la historia familiar ignorada por Martín.

Ahora Martín está encontrándose con su familia biológica.

“Me hallé con un montón de primos que se comen las uñas igual que yo”, comenta. Y amplía: “Estoy deslumbrándome, conociéndolos a ellos y conociéndome a mí mismo. Es lindo saber la verdad, convivir con ella y con ellos”.

Para descubrir sus orígenes y así completar su historia, Martín puso en práctica dos decisiones fundamentales:

Una, hizo lugar a sus inquietudes. Quiso saber quién era él en realidad, de dónde venía.

La otra, cambió de escenario. Salió del lugar habitual donde vivía y se movilizó hacia otro espacio: El CONADI, las Abuelas, entre otros sitios de consultas.

El cambio de escenario le permitió tener otra visión sobre los umbrales de su vida, y al conocerlos, pudo completar la historia.

La suya. La real. Con lo bueno y lo malo, las alegrías y las tristezas. Saber la verdad no lo eximió del dolor de los vacíos, pero si de las mentiras y el ocultamiento.

Comprendió que la historia oficial que le habían contado, no era la única ni la verdadera.

Narra la Biblia que en una oportunidad en que Jesús visitó el templo, vio a una mujer, viuda, pobre entre los pobres, que al dar la ofrenda entregaba todo lo poco que tenía.

El Maestro quedó tan impresionado que llamó a sus discípulos:

“Eh, Pedro, Juan, Felipe, todos vengan para aquí”.

Ellos se movieron apresuradamente ante su pedido y se acercaron inmediatamente. Se juntaron a su alrededor y Jesús les mostró la escena de la viuda ofrendando lo poco que tenía para vivir exaltando a la mujer como una sincera hacedora de la religiosidad, portadora de la verdadera actitud de vida.

También nos dice el relato bíblico que poco antes, El Mesías había puesto en ridículo a ciertos personajes de entonces.

Cuenta que estos sujetos iban a las plazas y a los mercados con vestimentas costosas para lucirse ante la gente y que, al ofrendar en el Templo, lo hacían con largas oraciones para que todos tuviesen tiempo de ver que daban buena plata.

El problema era que esa gente era promovida por muchos como modelo de lo religioso por su “gran caridad”, “por lo mucho que daban en la ofrenda”, sin importar como se conducían en su vida diaria.

Y esto estaba impreso también en la interioridad de los discípulos. Jesús desnuda a los falsos íconos al denunciarlos como lo que en realidad eran: ladrones que se escondían en lo religioso para robar impunemente.

Para modificar la historia oficial de sus discípulos, El Maestro les cambia el escenario. Toma el control remoto y los pasa del canal de los famosos corruptos al de la sincera actitud religiosa de la viuda.

Y nosotros… ¿Sabemos quiénes somos?

Para contestar a esto podríamos intentar hacer lo que nos mostró Jesús en el pasaje bíblico y que también hizo Martín: Cambiar de escenario. Dejar el cómodo tablado donde nos hemos formado acorde a una determinada historia oficial, para averiguar y construir la verdadera historia. La mía. La tuya. La nuestra.

Movernos hacia aquellas personas que entiendan si les comentamos que algún hecho de la vida, un detalle, algo aparentemente de poca importancia, nos tocó y nos pasó lo de Martín: “nos tembló el cuerpo”.

También podemos cuestionarnos: ¿Qué actitud tenemos?

¿La de la caridad publicitaria o la de la solidaridad auténtica?

Encontrarnos con nuestra propia historia y responder a estos interrogantes no es algo que podamos hacer solos, o solas.

Necesitamos la visión del otro para que el panorama sea completo. En soledad los resultados son subjetivos, parciales, inconclusos. Juntándonos con otros y otras, en comunidad, probablemente podamos completar algunas respuestas.

Por eso, desde la Iglesia Metodista de la calle Belgrano al 300, aquí, en Bahía Blanca les proponemos y te invitamos a que…

Pensemos Juntos la Vida.


Pastor Anìbal Sicardi

Coorrecciones: Rubén Ash

12 de noviembre de 2009



jueves, 5 de noviembre de 2009

Letra: Alguien en el Mundo piensa en mí


Intérprete: Charly García

"Y tal vez tu auto chocó la otra mañana
y recién extrañarás a tu perro el día
de su cumpleaños"

Yo tengo un gato

Yo s
é que no soy culpable
Yo sé que ahora soy feliz
Yo sé que quería que alguien
Alguien en el mundo piensa en mí

Yo sé que soy inbancable
Yo sé que te hice reír
Yo sé, soy insoportable
Pero alguien en el mundo piensa en mí

Nada que hacer
Nada que ver
Sólo vemos las películas nena
Nada que hacer nada que ver
La vanguardia en Argentina

Yo sé que soy imbancable
yo sé que no soy felíz
yo sé que soy un amable traidor
pero alguien en el mundo piensa en mí
Bien por mi!
Alguien en el mundo piensa en mí
piensa en mí
piensa en mí
piensa en mí

Editorial 25: (05/11/09)

La mujer de la joroba.

La reunión no necesitó convocatoria especial pues se llevaba a cabo en el mismo día y horario de todas las semanas. El público se distribuyó de la manera habitual: Los más importantes en los primeros lugares. El resto detrás.

Escondida contra la pared, en la última fila, estaba una señora que jamás perdía una de estas reuniones. Como era su costumbre, se acurrucaba hacia el final del lugar intentando pasar desapercibida y ocultar la joroba que cargaba desde hacía dieciocho años. Encorvada, como si fuese una pasa de uva arrugada, se sentía muy avergonzada por su problema físico.

El orador arrancó con su plática. Era una persona que comenzaba a ser reconocida en todas partes. Todos estaban atentos a sus palabras. En un momento se detuvo y miró a la señora de la joroba. Fue una mirada de largo alcance, no sólo por la distancia, sino por su contenido, por su visión. Una mirada anunciadora, y que permitía vislumbrar que la reunión comenzaría a derivarse sobre carriles no acostumbrados.

La señora se dio cuenta de que el orador la miraba y se sintió incómoda. Se acurrucó aún más, aunque no pudo con la tentación de mirar por el rabillo de sus ojos. Descubrió que poco a poco las cabezas de los presentes se movían clavando los ojos sobre ella.

Nunca había experimentado algo semejante. Asustada se dijo: “Tierra, tragame”, conocedora de las versiones del vecindario afirmando que había sido tomada por algún espíritu maligno que la dejó encorvada.

Miró hacia la puerta de salida. La tenía muy cerca. Comenzó a planear como escurrirse de ese lugar. Estaba en eso, cada vez más chiquita, cuando escuchó que el orador le decía: “Señora, por favor, venga para aquí”.

¡No! ¿Cómo iba a ir al frente de todos? Se quedó pasmada cuando los que estaban a su alrededor, comenzaron a apartarse formando un pasillo para que ella fuera hasta el orador. No sabía qué hacer, pero el escape ya era imposible.

Avanzó. La gibosidad se notaba mucho más que lo habitual porque a cada paso que daba se sentía más pasa de uva, más arrugada.

Joroba en alto. Mirada hacia abajo. Manos escondidas en su pollera. Creía ser el hazmerreír de todos los presentes. Llegó al frente del auditorio. Perturbada. No encontraba el modo de comportarse con todas esas miradas encima de su persona.

El orador se acercó y puso sus manos sobre ella. Por todo su cuerpo sintió correr el cariño que venía de ese hombre. Ya no se sintió objeto de burlas. Los gritos de los chicos: “Cuidado, ahí va la jorobada”, la sorna y el desprecio de los mayores, quedaron de lado. Alguien la quería.

No se recobraba aún de su sorpresa cuando escuchó las palabras del orador: “Señora, queda ahora liberada de su enfermedad”

No discernía si esas palabras eran una broma o eran en serio, cuando percibió que su cuerpo se enderezaba. Su rostro se alzaba cada vez más. De repente se dio cuenta que estaba derecha. A la misma altura que el hombre. Lo miró a los ojos. En ellos descubrió la gran humanidad de ese personaje, al mismo tiempo que corroboraba una vez más que estaba erguida. No necesitó extender sus manos hacia su espalda para saber que la joroba había desaparecido. Sólo se le escapó un: “Gracias a Dios” y al escuchar el sonido de sus propias palabras, se atrevió a repetirlo: “Gracias a Dios. Gracias”.

La mayoría de los presentes se quedaron asombrados y también repetían el “Gracias a Dios”. Sin embargo, algunos de los que estaban en los primeros lugares comenzaron a criticar al personaje de marras.

Decían: “Pero hoy nos reunimos con otro motivo, no para ver como una jorobada se endereza. Esto está fuera de las normas”

El orador les contestó: “Uds. son muy cuidadosos con sus animales, cuando alguno de ellos tiene problemas enseguida salen a solucionarlos, sea el día que sea, ¿Por qué no quieren hacer lo mismo con las personas?”

La inteligencia del orador se muestra con la leve ironía de sus palabras que escondían la verdad conocida por todos. Algo así como: “Les preocupan sus animales pues tienen que ver con sus economías, pero no les interesan las personas necesitadas, como esta señora enferma.”

¿Se imagina de dónde salió esta historia? ¿Adivinó quién es el inteligente orador de mirada de largo alcance y compasión infinita?

Si. Su conclusión es correcta.

Se trata de un relato bíblico sobre la vida de Jesús.

Se encuentra en el evangelio de Lucas en el capítulo trece.

La objeción de los personajes importantes se debía a que el día de la reunión era un sábado y que en ese día no se podía hacer nada de nada, según mandaba la ley.

Jesús les replica que no hacen así con el buey o el asno, pues cuando tienen sed los llevan a tomar agua aún si es sábado. Entonces les preguntó: “¿qué mal hay en sanar en día sábado a esta mujer que hace dieciocho años lleva la carga de la joroba?”

Y no se quedó con eso. En voz alta, para que la audiencia escuchara, agregó: “¿A quién quieren engañar?”

Genial que en la literatura del primer siglo surjan escritos, como este del evangelio, donde los considerados despreciables pasan a ocupar el primer lugar. Un aspecto pasado por alto en muchas oportunidades en el día de hoy y que merece ser rescatado.

Digno de analizar es si esto ocurre porque se trata de literatura considerada religiosa o porque es literatura donde los pobres ocupan el primer lugar de las escenas.

O, tal vez, porque cuando se habla de Jesús ambas cosas son inseparables. Después de todo el mensaje sobre la venida del Mesías nos ilumina sobre esto: vino a rescatar a los irrescatables.

¿Y hoy qué ocurre?

Si, ustedes están en lo correcto, al relacionar esta historia de Jesús con algunos episodios de la vida contemporánea. Aquellos en que algunos dirigentes se ocupan de sus cosas personales y postergan disposiciones que benefician a los y las necesitadas. O comienzan a buscar pretextos para dilatar las decisiones correspondientes cuando alguien propone mejorar la situación de esas personas.

En aquella época fue la excusa religiosa. Ahora son excusas, determinadas reglas de la economía.

En los primeros asientos del poder o de los medios de comunicación están los hombres y mujeres catalogados como los más importantes: Los poderosos. Los famosos. Las famosas.

La mayoría de ellos dispuestos a seguir sólo el orden del día sin lugar a lo humano.

Las demás personas sólo tienen lugar cuando “les crecen las jorobas” y se las coloca en los rincones de los despreciables.

Agobiadas por la presión de cierto estilo de vida, sus espaldas se cargan de tensiones y quedan dobladas, con los ojos hacia el suelo, sin atreverse a mirar la vida cara a cara.

Desmerecidas por el medio ambiente se consideran páramos de la existencia humana.

La joroba es sólo una metáfora. Es un ejemplo físico de la carga. La carga que significan los miedos, las frustraciones, las culpas, la desigualdad, la discriminación, la marginación, la desesperanza y un montón de otros pesos que la sociedad en muchos casos nos imputa o intenta imponer y nos hace que enfrentemos la vida con la mirada hacia el suelo, creyendo que la imagen que refleja la verdad de nuestra interioridad es la de la uva pasa, sin fuerzas ni valor para enderezarnos.

“Gracias a Dios” decía la jorobada en el relato bíblico y Gracias a Dios, Jesús vino para liberarnos de la giba y enderezarnos para mirar y vivir la vida con dignidad de verdaderos hijos de Dios, herederos de su salvación.

Jesús es así. Toca a una persona y la transforma. La libera de su carga.

Estaría bueno analizar como transitamos nuestros días, ¿Con la cabeza gacha o la frente erguida? ¿Cómo uva pasa o como hijos de Dios? ¿Siguiendo las leyes de nuestra conveniencia o dándole prioridad a lo humano y solidario a pesar de los problemas que esto pueda causarnos?

Son asuntos de la vida. Temas para conversar.

Para meditar y reflexionar en compañía.

Por eso, desde la Iglesia Metodista de la calle Belgrano al 300, en Bahía Banca, les proponemos que…

“Pensemos juntos la vida”

Pastor Anibal Sicardi

Correcciones: Rubén Ash

05 de novembre de 2009