jueves, 30 de julio de 2009

Editorial 11

Galileo y el cambio de la centralidad humana.

Durante 2009 se celebra el Año de la Astronomía.
Tal disposición fue efectuada por Naciones Unidas
y aceptada en todo el mundo.

El fundamento por el que se eligió a éste,
el Año de la Astronomía,
es porque se cumplen 400 años desde que Galileo
creó un telescopio por medio del cual,
descubrió cuatro lunas alrededor de Júpiter.

Esa novedad fortaleció su propia hipótesis, de que la Tierra no era el centro del Universo, como se consideraba en ese tiempo.

Por defender esa posición, Galileo fue condenado por la Iglesia Católica Romana, al arresto domiciliario hasta su muerte.

A pesar de ello, el descubrimiento fue un gran adelanto.
También en el campo antropológico: modificó la concepción
que se tenía sobre el hombre.
Del ser humano, se creía que era el ser más poderoso de la tierra.
El Rey de la creación…
Y como a la Tierra se la consideraba el centro del Universo,
el hombre era el Rey del Universo.

Luego del descubrimiento de Galileo, y a la vista de las cuatro lunas de Júpiter, la Tierra dejó de ser el centro universal.
Al mismo tiempo, el hombre fue desplazado de su trono.
Dejó de ser el Rey.

Esto es algo que no podía ser admitido en ese entonces.
Instituciones sociales y religiosas, como la Iglesia, no podían digerir la idea, puesto que se creían los propietarios de los seres humanos, a los cuales podían manejar con sus directivas de vida.
No podían permitirse, declinar su poder.

Desde entonces, y mediante diferentes procesos, el hombre y la mujer fueron evolucionando y adquiriendo la responsabilidad de su libertad, transformándose en seres autónomos.

Actualmente, la libertad humana frente a las organizaciones religiosas es evidente.
Éstas pierden “clientela” constantemente y tienen enormes dificultades para incorporar a sus filas,
a las generaciones más jóvenes.
Pero no son las únicas en esa situación.
Los partidos políticos y muchas otras organizaciones,
han perdido credibilidad y ya no tienen
el mismo poder orientador y reclutador de otras épocas.
Asusta pensar que el sistema que conocemos como “Economía de Mercado”, es el de mayor convocatoria y que tiene a gran parte de la humanidad como cliente para el consumo.

Ese imparable proceso de autonomía humana todavía no alcanza a la totalidad de la persona como individuo.
La mayoría aún vivimos con la antigua concepción de la tierra.
Pretendemos ser el centro de la vida propia y ajena.
Nos movemos como si los demás debieran girar alrededor nuestro.
Ellos son consideradas como utilitarios de nuestros deseos, aún cuando estén empaquetados con brillante papel y decorosos moños.
El otro, la otra, se incorpora a ese universo personal o es desplazado.
Me sirve o no, pareciera ser el parámetro.
Una forma de catalogar esta actitud es verla como producto del egoísmo.
Mucho de cierto hay en ello.

Actitudes similares a las de Caín, cuando ante la pregunta “¿dónde está Abel?”, exclama: “¿soy guardia de mi hermano?” ,
señalan como una aseveración, que a veces, debajo del poncho,
se esconde el cuchillo de la muerte.

Un acercamiento a la resolución de este problema,
es reconocer la diversidad.
Somos uno entre muchas y muchos distintos.
La vida humana se realiza en medio del conjunto humano.
Igual que la Tierra, un planeta en la red de astros que habitan el Universo.

Similar al Universo que, por el avance tecnológico, se lo descubre cada vez más amplio, la red humana aparece cada vez más extensa. Surgen nuevas comunidades, nuevos grupos sociales que se suman y a la vez se diferencian de los ya conocidos. Los chinos, los vietnamitas, los tibetanos… el genérico término “aborigen”,
va dejando lugar al quechua, al toba, al mataco, a los mayas.
El otro y la otra ya son otros y otras viviendo juntos, en comunidad.
Respetando a los unos y a los otros.
Esa concepción estaba incorporada en la vida de Jesús.
Él se asoció con la gente excluida de su tiempo.
Los paralíticos, los ciegos, los pobres, las prostitutas.
Un concepto muy presente en esa parábola de Jesús, que dice:
“Quien quiere ganar la vida la pierde y quien la pierde, la gana”.
Clarísimo.

En la actitud de “yo el centro”, los demás giran alrededor de mí,
Con esa posición egoísta, el ser humano pierde su vida.
En la actitud abierta hacia el otro, se gana la vida.
Simple.

Comprendemos nuestra propia existencia en referencia al otro, la otra.
En la relación interpersonal aparecen nuestros problemas,
los que indudablemente debemos corregir,
pero sobre todo, donde surgen nuestras potencialidades
para desarrollarnos como seres humanos.
Esas que están escondidas porque le tememos.
Le tenemos miedo a ese empuje que conlleva
al crecimiento humano continuo.

Gran parte de nuestros problemas sociales están en ese núcleo.
Por un lado, padecemos las consecuencias nefastas
de quienes están en el poder y piensan sólo para ellos.
Por otro, sufrimos las consecuencias, aún no medidas,
de quienes debiendo asociarse para conseguir los altos propósitos de humanidad,
se dividen y se aíslan por mínimas consideraciones.
Así en vez de ganar, perdemos.

Una vez más, la enseñanza de Jesús es para tener muy en cuenta.
Aprendamos a vivir aceptando la diversidad y reconociendo
cuando perdemos y cuando ganamos de verdad.
Perdemos si somos egoístas, egocéntricos, centrados sólo en nosotros mismos.
Ganamos cuando nos unimos, aceptando nuestras diferencias y cuando…
Pensamos juntos la vida.

Te invitamos a que “Pensemos Juntos la Vida”
en la Iglesia Metodista de la calle Belgrano al 300, aquí, en Bahía Blanca
todos los domingos a las 18 hs o cualquier otro día
que necesites o tengas ganas de charlar un rato.
Te esperamos



Anibal Sicardi

Correción Rubén Ash

30 de julio de 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario