Ciegos guías de ciegos.
Hace un tiempo andaba por el centro de Buenos Aires cuando vi a un no vidente que tenía dificultades para movilizarse en una vereda, de esas angostas que tiene la gran urbe.
Me acerqué ofreciéndole ayudarlo. Aceptó agradecido aunque advirtiéndome: “Mire que voy a la otra cuadra”
“No hay problema, vamos por la misma dirección”, le respondí.
A poco de andar me apretó un poco el brazo y me dijo: “Tenga cuidado que más adelante hay una persona hurgando dentro de un basurero”. Como no lo había visto, levanté la cabeza para prestar más atención y comprobé, que unos metros delante de nosotros, un hombre tenía medio cuerpo adentro del basurero aparentemente buscando algo, casi seguro… comida.
“¿Cómo se dio cuenta que estaba el basurero y el hombre?”, le pregunté. “Y… por el olor” contestó.
“Si”, -le observé-, “pero me Ud. me dijo que en ese basurero había una persona ¿Cómo lo sabia?”.
Sabiamente me contestó: “el olor del depósito de residuos cuando está abierto es más fuerte que cuando está cerrado y se supone que si está abierto, alguien debía estar allí”.
Así que de ser guía de un invidente pasé a ser guiado por el ciego.
Recordé que una persona a la que le falta un sentido desarrolla más los otros sentidos. En este caso, el sentido de la vista era el que no funcionaba. Los demás aumentaron sus capacidades.
En ese momento vino a mi mente lo que Jesús les dijo a algunos religiosos de su época: “Son ciegos guías de ciegos”.
La ocasión en que el hijo de Dios pronunció estas palabras fue cuando esos religiosos criticaron a los discípulos de Jesús porque comían sin lavarse las manos y sin practicar los ritos establecidos para antes de comer.
En respuesta, Jesús les dijo: “Lo que contamina no es lo que entra por la boca sino lo que sale de ella”, mencionando que eso originaba las peleas, las guerras y otras cuestiones. Ellos se enojaron y fue entonces cuando Jesús les dijo que eran “ciegos guías de ciegos”.
Y no fueron, son, ni serán los únicos merecedores de esta frase.
Juan XXIII fue un gran Papa, fundamentalmente porque fue una gran persona. Él promovió Vaticano II, el evento eclesiástico más importante del siglo pasado inaugurado el 11 de octubre de 1962, Juan XXIII sabía que era fuertemente criticado y que buena parte de esa oposición provenía de los funcionarios del Vaticano.
Reunido con los obispos les dijo: “Esas palabras que disturban provienen de personas que tienen gran celo religioso pero carecen de sentido suficiente para valorar correctamente las cosas y son incapaces de emitir un juicio inteligente”.
Al pan, pan y al vino, vino. Esas personas, aparentemente bien intencionadas, también eran ciegos guías de ciegos.
Conocemos en la actualidad ejemplos de este tipo de personas. Líderes políticos y/o religiosos que sólo ven a través de sus deseos y son ciegos hacia la vida de
Cegadas por la ambición, el egoísmo, la envidia, la cobardía, se alejan de la vida real. Inventan otra vida y se convierten en animales que sólo actúan por instinto destructor. Transforman la sociedad en un espacio donde es difícil vivir y luego nos convencen de que esa es la única realidad. Así, nos dejamos conducir por los ciegos, transformándonos en ciegos. Vivimos la vida como una pesadilla y, como suele ocurrir con las pesadillas, no podemos o no nos atrevemos a despertarnos.
Cuenta la Biblia que Bartimeo era un hombre ciego que todos los días se sentaba al costado del camino a mendigar.
En una oportunidad se entera que por ese lugar estaba pasando Jesús. Lo llama a los gritos: “Hijo de David, ten misericordia de mí”
Jesús lo escucha y manda a sus discípulos a averiguar qué pasaba. Ellos vuelven con el ciego y Jesús le pregunta:
“¿Qué quieres que haga por ti?”
El hombre le dice: “Que recobre la vista”.
Jesús le contesta: “Tu fe te ha salvado”, y lo curó.
Bartimeo recuperó la vista.
Dejó de estar sentado al borde del camino y se fue detrás de Jesús.
De pasivo espectador de la vida pasó a ser actor de ella.
Bartimeo puede ser cualquiera de nosotros. Alguien que se siente limitado en la vida y reclama que le den la posibilidad de vivir a pleno. El gran paso que debemos dar es el mismo de Bartimeo: reconocer la ceguera y la necesidad de librarnos de ella.
Sin ese paso no hay liberación.
No se trata de conocer oraciones, liturgias, ritos. Se trata de tener los deseos de salir del encierro de las tinieblas a los caminos de
Nosotros nos atrevemos a afirmar que Jesús no pasa de largo. Se detiene y nos da aliento. Fuerza. Vista para ver la realidad de la vida y no el espectáculo, “el reality show” que nos inventan.
Recobrado el verdadero sentido de la vista, la vida retoma los colores y vivencias reales. Se transforma, y en ese caminar la nueva vida, descubrimos a muchos y muchas que se mueven con la fuerza que surge desde el corazón: el amor por medio del cual recuperamos la dignidad del ser humano.
Tal vez Ud. tiene otra propuesta para dejar de ser ciegos.
Quizás vos tengas alguna idea para mejorar nuestra visión. Conversemos al respecto. No nos manejemos solitariamente. Respondamos al llamado de vivir en comunidad.
Por eso es que, desde
Pensemos juntos la vida.
Pastor Anibal Sicardi
Correción: Rubén Ash
22 de Octubre de 2009
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