Qué preguntamos cuando preguntamos.
Un filósofo contemporáneo, Giorgio Agamben, dice que los deseos son difíciles de expresar. Siempre vienen acompañados de imágenes que están en el corazón y la mente de quien manifiesta el deseo y que por eso no son bien entendidas por el que lo escucha.
Por ejemplo. Ud expresa el deseo de tener un jarrón. ¿Qué imagen tiene ese jarrón?
¿Pequeño, grande? ¿De un solo color o varios matices? ¿Lo quiere para colocar flores naturales o artificiales? Si es para lo primero, el jarrón debe estar preparado para contener el agua.
No hace falta ese detalle si es para flores artificiales o para que luzca lindo en algún lugar de
Es decir, que tiene razón Giorgio Agamben: Cuando manifestamos un deseo
quedan escondidas algunas cuestiones que la otra persona debe adivinar o repreguntar.
El deseo siempre viene cargado de imágenes, en ocasiones inconfensables.
En una oportunidad un joven, -que era muy rico-, se acercó a Jesús preguntándole que tenía que hacer para heredar la vida eterna. Jesús, como buen maestro judío,
le contestó que observara los conocidos 10 mandamientos, los que había promulgado Moisés. El joven, rápido, le respondió que los había guardado siempre.
El segundo paso de Jesús fue decirle que entonces le faltaba una cosa, tenía que vender todo lo que tenía y dárselo a los pobres.
La perlita está entre la respuesta del joven y la segunda entrada de Jesús.
Quien relata ese encuentro, el evangelista Marcos, en el capítulo diez, describe una significativa actitud de Jesús. Dice Marcos que… “luego de la respuesta del joven diciendo que cumplía con los mandamientos desde su mocedad, Jesús, mirándolo, lo amó”.
¿Qué vio el Maestro que le produjo ese sentimiento de amarlo?
¿Qué había detrás de la pregunta?
Debe tenerse en cuenta que lo de la vida eterna no tenía el mismo significado que hoy generalmente le asignamos. Sólo en algunos círculos intelectuales se hablaba de la posibilidad de una vida después de la muerte.
En Israel los mandamientos habían sido dados para que la convivencia humana fuera digna. No eran una condición para obtener la vida después de
Jesús entiende que ese interrogante sobre qué hacer para heredar la vida eterna,
es el deseo de vivir una vida humana que valga la pena.
Cuando el joven le dice que siempre cumplió con los mandamientos, Jesús ve una persona que se esfuerza por vivir sabiamente, pero que no lo puede hacer y está buscando una respuesta válida. Valora esa disposición.
Entonces surge ese sentimiento de amor, de honra a un joven que lucha por vivir como se debe vivir, aún cuando no lo logra.
Jesús no solamente escucha el deseo, sino que oye las profundidades de ese pedido.
Comprende que la dificultad que tiene ese muchacho es que está apegado, agarrado, a las riquezas. Participa de la creencia de que sólo con dinero se puede vivir. Por eso le pide que se desprenda de sus riquezas.
La imagen que presenta Jesús de cómo vivir dignamente no coincide con la que tiene el joven, por eso éste se da vuelta y se va muy triste y desanimado. No se atreve a desprenderse de esa creencia sobre que el dinero es el elemento imprescindible para vivir bien.
El joven no está solo en eso. El sagaz Marcos acota que los discípulos se quedaron asombrados por la respuesta de Jesús.
Esta creencia todavía es muy popular entre nosotros. Tener dinero y mucho, es la meta para poder tener una vida digna. Es la creencia que culturalmente se nos impone.
De parte de Jesús hay una referencia aclaratoria sobre las dificultades de un rico para alcanzar vida plena. Sin embargo el punto de vista de Jesús es que cualquier cosa a la que estamos apegados puede impedir que vivamos dignamente. Hay otros apegos que impiden el cumplimiento de ese deseo que están incorporados en nuestras vidas sin que nos demos cuenta.
La semana pasada fuimos sacudidos por el suicidio de un joven. Dos días antes había cumplido dieciséis años. Ni los parientes, ni los amigos y las amigas más cercanas sospecharon jamás la posibilidad de tamaña desgracia.
Luego de su muerte, hilando sus últimas actitudes, hubo quienes sacaron la conclusión de que se había ido despidiendo de familiares y amigos.
Cuando decimos que conocemos a alguien ¿lo conocemos verdaderamente? Como en el caso de este joven hay múltiples pensamientos escondidos en la interioridad de cada persona que no percibimos.
Hagamos la pregunta: ¿Nos conocemos a nosotros mismos? Cuando expresamos un anhelo: ¿Tenemos claro lo que decimos o usamos las palabras para esconder lo que realmente queremos?
Más de una vez nos sorprendemos negativamente por algo que pensamos o hacemos.
¿Dónde se escondía o esconde ese sentimiento que ahora nos avergüenza?
El salmista es quien ora diciendo: “Señor sálvanos de los pensamientos ocultos”
Como decimos muchas veces y no nos cansamos de repetir, la vida hay que vivirla acompañados. No somos Robinson Crusoe que cruza el mundo solitario en una barca.
Gracias a Dios tenemos la realidad de vivir junto a otras personas.
Por eso, desde
Pensemos Juntos la Vida.
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