jueves, 26 de noviembre de 2009

Editorial 28:(26/11/09)



Asuntos menores.

Una buena película argentina es “Historias mínimas”. Ronda sobre tres personajes que deciden viajar en busca de tres objetivos distintos.

A Don Justo, 80 años, se le perdió el perro y quiere encontrarlo.

Roberto, de 40, desea establecer relaciones matrimoniales con una joven viuda, que está a bastante distancia desde donde él vive. Roberto decide llevarle una tarta de crema, encargada especialmente para la ocasión. Piensa aprovechar la sorpresa de la mujer por ese regalo y le propondrá matrimonio.

María Flores, 25 años, muy humilde, gana un concurso de televisión cuyo premio es un robot de cocina. No sabe como lo usará pero viaja para recibirlo.

Los dos varones y la mujer, que viven en distintos lugares, emprenden sus viajes usando el sistema del dedo, favorecidos por la gentileza de los camioneros quienes escuchan lo que cada uno de los tres personajes cuentan sobre sus vidas.
También entre ellos cuando se entrecruzan en los caminos de la Patagonia.

Son historias de gente no conocida por el público. No integran el espacio de los famosos que se leen, escuchan y ven habitualmente en los medios de comunicación. Son personas comunes. Por ello el director de Historias Mínimas, Carlos Sorín, le puso ese nombre.

Relatos que podríamos clasificar como de asuntos menores. La Biblia tiene algunos de ese estilo. Veamos…

Está el de Moisés:

El Faraón de Egipto decide eliminar a los niños menores de dos años.
Sus asesores le habían alertado que el crecimiento numérico de los niños varones, en el futuro podría poner en estado de rebelión al pueblo judío, que era sus esclavo.
Una madre quiere salvar a su hijo. Lo pone en una canasta y la coloca en el río.
Las aguas llevan al niño hasta los jardines del palacio del Faraón. Lo adoptan.
El pibe se convierte en un buen estadista del gobierno egipcio, pero, cuando es mayor, se pasa a las filas de los de su raza y se transforma en el líder que saca a Israel de la esclavitud de Egipto.

Otro es el que nos cuenta sobre David y Goliat:

David es un pobre tipo al lado de Goliat, a quien debe enfrentar. A todas luces va a perdedor, pero David tiene una honda, una piedra y puntería. Goliat a la lona.
Mas tarde David será un querido y gran líder de Israel.



Por último recordemos el encuentro entre Jesús y Poncio Pilatos:
Cuenta la Biblia que al disentir Jesús de los religiosos y políticos judíos de su época, éstos lo apresan y lo llevan ante Pilatos para que lo juzgue y condene.
El que nació en un pesebre es casi desconocido para el representante del Imperio romano en Jerusalén.

Según los evangelios, especialmente el de Juan, capitulo 18, Pilatos percibe que Jesús es inocente. Intenta una salida. No le funciona. Finalmente, por la presión ejercida por los demás, se encoje de hombros y decide sentenciarlo a la crucifixión, junto a otros dos verdaderos reos.

Para Pilatos, bien instruido en sus responsabilidades de representante del Imperio, el de Jesús es un caso menor. Uno entre otros. Si le salió mal su intento de hacer zafar a Jesús de una pena que no le correspondía, no puede dedicarle demasiado tiempo. Es un caso menor. Uno entre muchos otros.
Así que… ¡A la cruz!

Pocos años después, aquel asunto menor se transformó en un asunto mayor. Los y las seguidoras de Jesús crecieron tanto e influyeron de tal manera en la sociedad, que fueron catalogados de peligrosos. Desde el mismo centro imperial, Roma, se decidió reprimirlos, incluyéndolos como parte (víctimas) dentro del espectáculo del Circo Romano. Hoy se los llamarían subversivos o terroristas. Es decir, un caso mayor.
Una asunto de Seguridad de Estado.

Moisés, David, Jesús y tantos otros y otras forman parte de esas Historias Mínimas. Personas comunes. Sin importancia a la luz de la lógica de los sistemas económico-políticos de turno que, imprevistamente, son activos en las transformaciones sociales.

Historias Mínimas, como la tuya, la mía.
Dejadas al costado del camino propuesto por quienes se adueñan del poder. Los que nos usan como piezas descartables en la maquinaria de la producción que favorece a unos pocos y dejan postergados a muchos.

Asuntos menores que son asuntos de vida. Cuando sus portadores se entrecruzan y abren el corazón de unos hacia otros, los sentimientos y las ilusiones, escondidas como asuntos menores, pasan a confluir en un río que desemboca en el mar de la transformación de la vida personal y comunitaria.

Son asuntos menores que pueden pasar a asuntos mayores. Así que no es casual que nos enseñen a estar separados. Divididos. ¡Es cierto!
Pero no por nada Jesús nos propone superar las fronteras de razas, clases sociales, diferencias físicas, etc. y formar un nuevo hombre. Una nueva mujer. Una nueva sociedad. Quiere que nos unamos y nos ayudemos unos a otros.
La vida en comunidad es un caso mayor. Un asunto de estado.

Por eso, desde la Iglesia Metodista que está al 300 de la calle Belgrano de Bahía Blanca, testificamos sobre esa realidad y proponemos este desafío: que los protagonistas de Historias Mínimas, los considerados como portadores de asuntos menores,
Pensemos juntos la vida.

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