lunes, 7 de diciembre de 2009

Editorial 29: (04/12/09)


Somos recuperables.

Michel Clayton es el personaje principal de una buena película estadounidense cuyo

argumento trata sobre la vida de los bufetes de abogados y se sitúa en “La gran manzana”: la ciudad de Nueva York.

El director de la película, Tony Gilroy, explica que "No hay otro lugar como Nueva York que concentre tanto dinero, actividad e intensidad".

Los casos que deben resolver están relacionados con fuertes demandas económicas sobre poderosas empresas. Los asuntos son tan complicados que si los ganan reciben millones de dólares, pero si los pierden, se les producen agujeros impresionantes en sus finanzas.

Al elegir personal, deben incorporar alguien que sepa resolver con rapidez y en silencio, las incómodas situaciones en las que se meten clientes y abogados del buffete.

El que ocupe ese cargo debe ser un "arregla-tutti”, de ágiles “reflejos” para salir de complicados enredos y, sobre todo, que no tenga problemas en cuanto a la moralidad de las decisiones.

En esta ocasión el personaje es Michel Clyton, que da nombre de la película.

En el ir y venir de su historia, el “arregla tutti” se enfrenta con una crisis personal. La ambigüedad entre lo que decide y lo que verdaderamente piensa de la vida, lo carcome.

Todas las características que Clayton utilizaba para solucionar la vida de los otros –su encanto, su carisma, su autoridad – se vuelven inútiles. En palabras del director de la película: “Cuando estás perdido, ni todo el carisma del mundo te ayuda a encontrar el camino a casa”.

Clyton logra percibir quién es él.

En una difícil entrevista con otra persona, sale al encuentro del nudo de la cuestión y le aclara: “Yo no soy una persona a quien hay que matar, sino alguien a quien hay que sobornar”.

Clarito como el agua clara. Muestra el nudo GORDIANO de su vida.

Queda como Adán en el relato del Génesis.

Tal vez Ud. ya tiene en mente alguna persona que se encuentra en esa situación.

Quizás Ud. mismo esté en ella.

Hay un relato antiguo de alguien así.

En el sistema del Imperio Romano era sumamente importante tener recaudadores de impuestos en cada localidad conquistada. En su aceitada organización local, podía necesitar varias personas. Entonces se nombraba a un Jefe de Recaudación de Impuestos, digamos un Montoya de aquellos tiempos.

Uno de ellos, muy rico, entró en el círculo de esa experiencia existencial que es el preguntarse sobre sí mismo y analizar la distancia entre el ritmo de su vida y sus íntimos anhelos.

Un día se enteró que a su pueblo llegaba un caminante que hablaba muy bien y daba certeros consejos.

Se mandó hacia donde iba a estar esa persona, pero se encontró con que había mucha gente y él, medio petizón, no lo podía ver.

La solución fue subirse a un árbol

Hubo un doble juego. Él pudo ver al caminante, pero éste también lo vio a él. Inesperadamente el que iba de camino en camino, fijó sus ojos sobre el hombre de baja estatura y le dijo: “Bajáte, quiero hospedarme en tu casa”.

El Jefe de Recaudadores de Impuestos se asombró por la desfachatez del tipo, pero también por la posibilidad de conversar con ese ya conocido personaje.

El relato no cuenta sobre lo que hablaron. Sí, sobre lo que hizo el petiso.

Públicamente anunció que repartiría la mitad de su riqueza entre los pobres y que si había robado a alguien, le daría cuatro veces más esa cantidad. Algo así como una compensación por daños y perjuicios.

El pequeñín decidió actuar como un grande y le dio un viraje al rumbo de su vida

Es posible que Ud ya adivinara quienes eran los personajes de la anécdota. El petiso se llamaba Zaqueo y el otro Jesús. Lo puede leer en el evangelio de Lucas en el capítulo diecinueve.

Le reitero, no se sabe qué conversaron. Pueden aventurarse distintas interpretaciones. Las habituales a los religiosos, quienes presumen que Jesús lo levantó en peso y le pidió que cambiara de vida.

Sin embargo nada impide pensar que hablaron de bueyes perdidos y de sueños y anhelos de la existencia humana, sin referencia directa a la vida del recaudador.

Lo que se sabe es que Zaqueo quedo tan impactado por Jesús que decidió cambiar su estilo de vivir.

Similar a Clyton que se pintó con aquello de: “soy un tipo para sobornar”, Zaqueo se descubre a sí mismo, pero le imprime un giro distinto al de Clyton.

El pequeño hombre se dice: “Soy un tipo recuperable”

Porque ése es el otro paso que hay que dar luego de que reconocemos cómo somos.

Al advertir lo equivocado de nuestro camino, no se termina el partido.

Hay un tiempo de recupero, apto para hacer el gol de la vida.

Nada de quedarnos como mendigos a la vera del camino.

Afuera, con la mirada limosnera y las voces lastimeras sobre el destino del humano.

Hay que limpiar los ojos para ver más allá de lo que pintan los apocalípticos.

Tener la voz firme. La de mando sobre la vida.

El brazo levantado, en señal de victoria.

Para nosotros y nosotras es increíble el impacto que produce el encuentro con Jesús.

La habilidad que tiene para desmontar las excusas y enfrentarnos con la vida buena.

Con la riqueza de nuestro interior.

Recomendamos esa experiencia maravillosa.

También sugerimos que antes o después, compartamos ese conocernos en lo más íntimo de nuestro ser.

De esta necesidad de conversar juntos, también estamos convencidos.

Por eso, desde la Iglesia Metodista de la calle Belgrano al 300, de Bahía Blanca, te proponemos el desafío de…

“Pensar Juntos la vida”


Pastor Aníbal Sicardi

Correcciones: Rubén Ash


04 de diciembre de 2009

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