Formateo de cuerpos.
Al finalizar noviembre, la muerte de Solange Magnano movilizó los medios de comunicación y la opinión pública. La modelo, de 38 años, sufrió una embolia pulmonar al efectuarse un tratamiento estético en los glúteos.
El mayor espacio informativo fue ocupado por la versión de una posible mala praxis. Detrás de ese hecho se encuentra la polémica del avance de la ciencia sobre el cuerpo humano y la legitimidad o no, de ese tipo de operaciones.
En la discusión no deben estar ausentes los beneficios que la ciencia provee a la salud de los seres humanos.
Quien más, quien menos, tenemos instalados apósitos científicos.
Usamos audífonos, implantes dentales o dentaduras postizas completas, algunos brazos artificiales que parecen propios, implementos en el corazón que alargan la vida, entre otras maravillas de la ciencia actual.
El utilizar esa tecnología para el supuesto embellecimiento del cuerpo o el ocultamiento de la edad es un tema discutible.
En el caso de Solange Magnano llama la atención la opinión generalizada de que no tenía necesidad de esa cirugía si se tiene en cuenta el modelo de belleza actual.
Era perfecta, dijo el modisto Roberto Piazza para quien trabajaba Solange. Lo mismo opinaron otros y otras.
Quedan en evidencia dos elementos motivadores de la decisión de Solange.
Uno, el ideal de belleza que se pregona: Cuerpo delgado. Firme. Rasgos eróticos de acuerdo al concepto actual.
Resalto lo de actual porque cabe mencionar que en otras épocas el ideal era el cuerpo más bien obeso.
A contra corriente de la actualidad, algunos artistas, tal el caso de Fernando Botero el gran pintor y escultor colombiano, resaltan en sus pinturas a mujeres y hombres rollizos.
El otro elemento motivador para Solange fue lo que ésta consideraba bello. Dicho de otra forma: lo que ella creía que necesitaba su cuerpo para mantenerse bella.
Ese pensamiento tiene su propia autonomía y corre en andariveles distintos a lo que piensan otros y otras. Es la idea particular de la persona. En el caso de ella ambos caminos eran uno.
Por un lado el modelo, en este caso de belleza, proclamado públicamente y adoptado como una verdad de hecho.
Por otra parte lo que la persona piensa al respecto, aunque influenciada y presionada por esa propuesta que viene envuelta en papel brillante y moño de verdad pura y terminante.
Desde allí aparece el cómo debe ser formateado el cuerpo para lograr el objetivo de la perfección. ¿De la perfección impuesta por quién? ¿Por la persona o por el modelo?
Para poder tomar una decisión personal antes deberíamos formatear el chip del pensamiento. Liberarlo de presiones.
Ese mecanismo de pensamiento y práctica, la exposición de un modelo y la presión para aparecer lo más cercano a ese modelo, es el mismo que impone ciertos estilos de vida. En la sociedad se fabrica un modelo de lo que es vivir, y todos y todas, sentimos la presión de colocarlo en práctica.
Para no entrar en demasiados detalles veámoslo en la forma de vestir, en la moda.
Veinte años atrás, a un empleado de banco, ni por asomo se le ocurría dejar de usar saco y corbata. Hoy puede presentarse sólo en camisa.
Si examinamos fotos anteriores a 1940, veremos obreros asistiendo a los pic-nics con saco, corbata y gorra. Hoy sería ridículo, impensable.
El asunto tiene perfiles peligrosos cuando se trata del estilo de vida.
Se encuentra la impuesta necesidad de tener ciertos elementos materiales para alcanzar una imagen determinada y las reglas que se nos asignan para tener un empleo y progresar laboralmente.
Prácticas éticas y de ideales que no suelen estar de acuerdo con nuestros pensamientos más profundos, pero que vamos adoptando para mantener el status y la entrada económica. Si no lo hacemos quedamos fuera del sistema… Out…
Formateamos el cuerpo y el espíritu.
Con
Ya no distinguimos lo que es genuinamente nuestro.
Perdimos autenticidad.
Los y las presuntas líderes políticos son un clarísimo ejemplo.
Sus vidas están tan formateadas que no sabemos quiénes son.
Lamentablemente también ocurre con algunas otras dirigencias, incluidas las religiosas.
Pero esto no es patrimonio de esta época.
Les cuento que Jesús ya se enfrentaba con este dilema. Ante los líderes religiosos, que habían formateado sus vidas de tal manera que eran lo opuesto a lo que proclamaban, les dice a sus discípulos: “Por favor, no sean como ellos”.
Cuando se le increpa porque sus amigos no aplicaban la formateada costumbre de lavarse las manos antes de comer, les dice a los críticos: “Lo que entra por la boca no es importante, lo importante es lo que sale por la boca pues es lo que está en los corazones”.
Ese es el nudo. El núcleo de la vida.
Lo que se encuentra en nuestro interior.
Pablo Neruda, el gran poeta chileno, coleccionaba caracolas, es decir, caracoles.
Tenía tal cantidad que donó nueve mil a
Aquello que daba a cada caracol su propia versión.
Neruda vio lo que la mayoría de nosotros no vemos.
Lo íntimo.
Lo auténtico de la caracola.
Es tiempo de que cada uno de nosotros, cada una de nosotras, nos dediquemos a mirar nuestro interior.
Nuestra íntima estructura humana.
Lo auténtico. Lo genuino.
Y luego construyamos nuestra vida a partir de ello, limitando a lo instrumental, las exigencias de la opinión pública.
Si, lo hemos dicho otras veces y Ud. lo sabe.
Esa instancia no podemos transitarla solos. Solas.
Debemos hacerlo con otros y otras.
Por eso, desde
Pensar juntos la vida.
Pastor Aníbal Sicardi
Correcciones: Rubén Ash
Bahía Blanca 10 de diciembre de 2009.-
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