jueves, 11 de junio de 2009

Editorial 05

El comportamiento ético con los diferentes.

En el Festival Europeo de Filosofía, celebrado el 30 y 31 de mayo en Francia,
se afirmó que
“No existe ser humano en el planeta mejor que otro, solamente hay diferencias de Ser”

El ser humano es uno.
Lo que existe son diferencias entre ellos.
Somos iguales en cuanto a la característica esencial, ser humano.
Diferentes en la forma de manifestarlo.

Esa afirmación
de que “No existe ser humano en el planeta mejor que otro, hay diferencias de Ser solamente”
fue acompañada por otra
“El mundo bien puede seguir existiendo sin el ser humano, pero el hombre no podrá subsistir sin las condiciones de vida que hay en el mundo”.

Aseveración que apunta a la peligrosidad de los cambios ambientales y tecnológicos que ponen en peligro la existencia terrena.

La afirmación no proviene de un evento religioso sino filosófico que,
en su edición de 2008
trató el tema de La Felicidad
y en la de 2007 El Sentido.
En las tres ediciones estuvieron presentes
los cambios actuales en el desarrollo de la sociedad
con su característica de la diversidad.

Se pretende encontrar una ética del comportamiento para este tiempo.
Una tarea que a realizar a partir de que todos y todas somos distintos.

Esta postura pone en cuestionamiento algunos intentos
como el de restituir valores éticos que ya conocemos.
Por ejemplo el rescate de la familia unida
que se encuentra con problemas insolubles en la realidad contemporánea.

Veamos el caso de un matrimonio bahiense que tiene un hijo que se va a estudiar a Buenos Aires y una hija que opta por La Plata.
Terminan sus estudios.
El varón se instala en Buenos Aires.
La mujer en La Plata.
Se casan. El hijo con una rosarina. La hija con un cordobés.
Entonces aparecen tres familias.
La de Córdoba, la de Rosario y la de Bahía Blanca.

¿Cómo se soluciona la demanda de unidad de las tres familias?

La muchacha y el muchacho tienen hijos.
Los nietos y nietas crecen.
Si las tres familias tienen internet
parte del desencuentro se amortigua con los chateos, las fotos y la comunicación oral, por internet o teléfono fijo.
El contacto corporal,
mínimo.

Los nietos y nietas crecen y tienen sus propios círculos de relaciones.
Visitar a los abuelos y abuelas,
todo un problema de tiempo y dinero.

¿Qué significa rescatar los valores de la familia?

Los y las mayores,
que acumulamos juventud,
aún recordamos la serie de la Familia Campanelli
reunida en el almuerzo dominical con pastas al estilo italiano.
Ya no están en la pantalla.
Hace años que dejaron de estar.

Ese ideal de familia,
Tradicional,
tiene un bajo porcentaje en los cateos sobre la composición familiar actual.

Proviene de otra época.
De poblaciones pequeñas con poca movilidad.

Antes nos quedábamos en el mismo lugar de origen.
Ahora las oportunidades son muchas y en distintos lugares.
La movilidad,
el traslado de un lado a otro,
es parte nuestra vida contemporánea.

Las costumbres de la vida rural que se trasladaron a poblaciones pequeñas,
con poca movilidad,
hoy ya no son útiles,
o no sirven.

Vivimos en la ciudad.
Dinámica.
Móvil.
De relaciones humanas múltiples.
Generalmente frágiles, no permanentes.

¿Cómo se construye una ética familiar en estas circunstancias?

Más, ¿como se vializa un comportamiento ético ante los nuevos desafíos ciudadanos?
¿Ante el cambiante panorama internacional?

Ya no estamos con los iguales de la misma zona
sino con los diferentes de distintos lugares,
aún en el mismo país.

No hablemos con los que emigran al exterior que complican más estas vivencias.
No somos como nuestros padres o abuelos
por lo que se plantea el interrogante de quienes somos.

¿Quién soy yo?

No estamos en el Edén sino en la Tierra,
apenas cubiertos con taparrabos como Adán y Eva
de la parábola del Génesis
donde la pregunta por el ser,
quienes somos,
es acuciante.

Ese nuevo peregrinar no se puede transitar solo.
Tampoco con concepciones que provienen de otras etapas de la historia.
Hay que hacerlo entre todos,
entre todas,
donde aprendemos de otras personas
y con la prioridad del ejercicio del respeto y de la paciencia.

Quienes vimos esa profunda película llamada El Gran Torino
no podemos sacarnos de encima ese personaje,
típico norteamericano,
que repudia a sus vecinos de tez amarilla,
pero que aprende a conocerlos y los quiere
al punto que da su vida por ellos.


Un antiquísimo relato bíblico es el del Arca de Noe,
ese personaje que recibe la orientación de Dios de que vendrá una gran inundación
por lo que, para salvar la especie humana y animal
debe construir un Arca
y meter a todos allí adentro.

Es un hecho que debe haber ocurrido.
Es un relato del pasado
que se cuenta por su vigencia en el presente.

Vivimos en un Gran Arca,
el Gran Torino.
Con ella debemos superar las inundaciones del presente.
La del odio.
La del rencor.
La del prejuicio
La del sin sentido de la vida.

Jesús tuvo actitudes deslumbrantes acerca de este tema.
Los evangelios contienen múltiples relatos
de esa relación de Jesús con los y las diferentes,
plenas de humanidad.

De allí debe haberse inspirado el Apóstol Pablo
para decir que en Cristo
no hay judío, ni griego, ni mujer ni varón,
es decir,
no hay rechazo de nadie.

Hoy vivimos en ciudades.
Con nuevos hábitos.
Distintas formas de relacionarnos.
Se impone la conversación.
La puesta en común de las decisiones que se deban tomar.

La responsabilidad es de cada uno de nosotros y nosotras.

Esa fue la propuesta de Jesús

y es la de la Iglesia Metodista que está en Belgrano al 300 de Bahía Blanca.

Por eso
el nombre de este programa
“Pensemos juntos la vida”

Anibal Sicardi
11 de junio 2009

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