Posta del Día:
Yo les digo estas cosas para que ustedes sean felices, tan felices como lo soy yo”
Jesús.
Reflexión.
Jesús fue un gran estratega.
Desde el inicio de su andar reunió gente a su alrededor.
Un atardecer, se fue solo a un monte.
A la mañana siguiente designó a doce personas como su grupo más cercano.
Su staff.
Poco tiempo después eligió a otros setenta.
A ambos grupos les dio recomendaciones muy precisas de lo que tenían que hacer.
Al enfilar hacia Jerusalén, vista la posibilidad de que fuese tomado preso, enjuiciado y sentenciado, comenzó a dar recomendaciones a sus seguidores, especialmente para cuando El ya no estuviese entre ellos.
Una de esas enseñanzas fue que se amasen entre ellos.
Lógico de un líder como Jesús.
El evangelio de Juan recoge esas palabras.
No dejen de amarme, les dijo, y que se amen unos a otros.
La primera observación no encierra dificultades.
La segunda, amarse entre ellos, tiene sus bemoles.
En primer lugar hay que observar lo que No dice Jesús.
No pide que se pongan de acuerdo en conceptos, ideas, doctrinas.
Por ejemplo sobre el significado y la práctica del bautismo, la celebración de la Ultima Cena de Jesús, eucaristía en el lenguaje católico romano o Santa o Comunión entre los evangélicos.
Fue inteligente al no recomendar unidad en los conceptos.
Estos provienen del ejercicio del cerebro.
La inteligencia.
El razonamiento.
Es una relación de mente a mente.
Válida, pero es una parte del ser humano.
Amar exige el ejercicio del cuerpo.
De todo el cuerpo.
Es el abrazo.
La palmada afectuosa.
La caricia.
El gesto de la cara.
Si hace tiempo que no estamos con los nietos y nietas, cuando los vemos los abrazamos, los besamos.
Si son de peso liviano los levantamos.
Si ya están creciditos y nos abrazan les diremos “No apretés tanto que no me dan los huesos”.
Amar es poner el cuerpo.
Aquí aparece una cuestión.
Vivimos rodeados de vecinos que no elegimos.
En una ciudad compuesta por ciudadanos y ciudadanas que no escogimos.
Están ahí.
Entre esas personas que no elegimos hay quienes no nos gustan, por su cara, su ropa, sus ideas, sus olores.
Ejercer el cuerpo con ellos no es fácil.
Estamos acostumbrados a la distancia.
¿Por qué tengo que amarlos?
Si llega a ese grado de sinceridad y se siente mal, no se la tome tan a pecho.
No le ocurre solo a usted.
Un gran pensador alemán, psicólogo, Erich Fromm, escribió un libro sobre el tema.
Lo tituló El Arte de Amar.
El artista posee su genio para efectuar su obra.
Sea una canción, una pintura, una escultura.
Con solo el genio no hace nada.
Debe trabajar mucho para llegar a plasmar su obra.
Estudiar técnicas. Practicar. Corregir.
Eso es el arte.
Amar es similar.
Como todo ser humano tenemos la impronta de amar.
Concretarla exige práctica.
Dedicación.
No vale la excusa que lo real es lo que siente el corazón.
Esa es una parte del cuerpo.
El amor exige el movimiento corporal en su totalidad.
Hay que apelar a la introspección.
Mirar hacia el interior.
Examinar las causas mas profundas de nuestro accionar.
Reflexionar sobre el porque cuesta querer a determinada persona.
Pregúntese.
Inquiera.
Quizás descubramos que es porque que esa persona se anima a tener un estilo de vida que nosotros no nos atrevemos vivir.
La envidiamos.
Entonces los despreciamos o ignoramos
Las razones por las cuales nos cuesta amar suelen estar muy escondidas.
En el libro de Los Salmos se dice que eran por los pecados ocultos.
Un lenguaje de otra época que la psicología atestigua hoy.
Las motivaciones ocultas son fatales.
El amor exige aprendizaje.
Por una parte, no cegarse sobre como son los otros y las otras.
Por otra, vernos íntimamente.
Luego practicar.
Cruzar los círculos defensivos.
Derrumbar los muros de los prejuicios.
Enriquecerse con la práctica de vivir con los y las diferentes.
Respetar nuestra autonomía y la de las otras personas.
Atreverse a desarrollar nuestra interioridad con entera plenitud.
Este estratega que fue Jesús solía guardarse ases de espada debajo de su túnica.
Ahora afirma que dice estas cosas para que sus seguidores sean felices.
Acertado.
Aprender a amar es el eje para encontrar el sentido de la vida.
Hallar esa búsqueda que es la felicidad.
Hay más.
Jesús dice que quiero que “Uds. sean tan felices como lo soy yo”.
Jesús se descubre a si mismo.
Dice que sus seguidores deben ser tan felices como lo es El.
Ta.
Aparece el sesgo para descubrir otro Jesús.
Distinto al habitual.
Ahora resulta que este tipo es feliz.
En verdad, siempre fue feliz.
Su libertad de vida es envidiable.
Su felicidad fue un tropiezo para sus detractores, generalmente personajes austeros, severos, duros.
Ser feliz es posible.
Más, es un reclamo de toda persona.
Una necesidad para la vida de la sociedad.
Por cierto, los cristianos y cristianas tenemos el desafío mayor.
Hay que desalojar el cristianismo triste.
Quejoso.
Resentido.
Colmado de lamentos y desazón.
Hay que moverse hacia lo que afirma el cura español José Antonio Pagola.
Crear “un cristianismo más abierto, cordial, alegre, sencillo y amable donde podamos vivir como “amigos” de Jesús”
Un mundo nuevo es posible.
Practiquemos el amor.+
Anibal Sicardi
Mayo 21, 2009.