jueves, 29 de octubre de 2009

Letra: No Esperes


JOAN MANUEL SERRAT (Del Disco “Cada loco con su tema”)

No esperes que un hombre muera
para saber que todo corre peligro,
ni a que te cuenten los libros
lo que están tramando ahí fuera.

No esperes a que te den los planos
para satisfacer tu curiosidad,
ni a que el aire también sea de pago
para gozar el placer de respirar.

No esperes golpes de suerte,
seguirás a su merced
mientras haya gente que
trafique con la muerte.

No esperes de ningún modo
que se dignen consentir
tu acceso al porvenir
los que hoy arrasan con todo.

No esperes a que se acaben
para desear las cosas más que nunca
ni a responder las preguntas
cuando los otros se callen.

No esperes el consentimiento
ni a que te proporcionen un manual,
ni a que el horóscopo te sea propicio,
ni a que el cielo te mande una señal.

Editorial 24: (29/10/09)

Arrojar la capa y pegar el salto.

Algún día se tendrá en cuenta la calidad literaria de los escritores de la Biblia. Han producido relatos que aún hoy son una pinturita.

Uno de ellos es el que leímos el domingo pasado en la mayoría de las iglesias del país, tanto católicas romanas como protestantes, ya que tenemos lecturas bíblicas comunes.

Se trata de un pasaje del evangelio de Marcos en el capítulo 10, que describe lo que le ocurrió a un ciego, Bartimeo, en su encuentro con Jesús y del que algo comentamos en el programa del jueves pasado.

Dada su condición física, Bartimeo pedía limosnas en el camino que salía de Jericó cuando se entera de que Jesús andaba por allí. Entonces comenzó a gritar: “Hijo de David, ten misericordia de mi”. Muchos de los que estaban allí le pidieron que se callara, que se comportara respetuosamente.

Una escena parecida a ésta hemos visto en otra oportunidad en el relato bíblico cuando unos pibes y pibas se acercaron a Jesús y los discípulos pretendieron apartarlos.
En una y otra ocasión el intento fue aislar a Jesús, especialmente de los que tenían problemas físicos, -por lo que eran excluidos-, y de los niños, que no eran considerados personas hasta que no tuviesen la edad establecida para ser incorporados a la comunidad.

Jesús no anda con esas. Tiene una actitud totalmente distinta.
Inclusiva. Compasiva.
El escritor la describe de un sólo plumazo. Evade explicaciones anexas, como informar que iba caminando u otras obviedades. Conciso dice, por ejemplo, en el caso del ciego: “Jesús se detuvo”, y agrega: “pidió que llamaran al que gritaba”.

El Maestro facilita el trámite. No hay agenda anticipada ni sala de espera. Tampoco intermediarios.

El ciego no lo puede creer. Le tienen que repetir: “No tengas miedo. Jesús te llama”. Aún así desconfía.
Claro, que alguien como el que llamaban Mesías lo quisiera ver no se podía creer así nomás. Temía que tal vez le estuvieran haciendo una broma. O que quizás lo llevaban para apalearlo. “Hoy en día no se puede confiar en nadie”, habrá pensado.

Ante la insistencia, y la esperanza de estar cerca del Señor, los temores se esfuman y la alegría del invidente es incontenible. Tira su capa y pega un salto.
Entendamos que la capa era un elemento vital en aquellos tiempos. Cuando un prestamista cobraba la deuda de alguien y le sacaba todo, incluida la capa, tenía la obligación legal de devolvérsela al atardecer, porque el deudor debía usarla durante de la noche.
La capa, quizás la única posesión del ciego, ante la posibilidad de acercarse al Señor, va a parar vaya a saber adonde.

Ahora Bartimeo está frente a Jesús. Cara a cara. Las fronteras sociales se derrumbaron. Volaron como la capa.

El ciego se planta delante de Jesús.
Quizás esperaba alguna pregunta clásica sobre sus creencias.
Si sabía algo de quien era él. En una de esas le pedía que orase alguna oración de esas que se repiten en el Templo. Todo ese bagaje de idas y vueltas que usamos habitualmente cuando nos confrontamos con otra persona. Hay que saber con quien hablamos. Con quien nos juntamos.

Pero no. Se sorprende.
Jesús le dice una sola cosa: “¿Qué quieres que haga por ti?”
Genio el escritor. Pero más genio aún el protagonista pues esa pregunta ilumina quien es él, Jesús.


No es un legislador que trae la Ley para arrojársela en la cabeza.
No es un religioso que pregunta si ora o si lee el libro sagrado.
Menos aún interrogarlo acerca de si trae algo de dinero. No.

Este caminante de la vida sólo pregunta: “¿Que necesitás?”.
Por supuesto, ni lerdo ni perezoso, el ciego contesta: “Quiero ver”.

Brillante el registro del relator.
Con un verbo y un sustantivo le pone contenido a ese deseo de Bartimeo cuando gritaba: “Ten misericordia de mí”.

Jesús, práctico, directo, no apela a ritos, ni ceremonias, ni movimientos mágicos.
Utiliza la palabra diciéndole: “Podés irte, estás sano porque confiaste en Dios”.

La cosa podría haber terminado ahí, pero el escritor descubre otro final: al que hasta ese momento no veía, no le cae bien en un principio, eso de que ahora se podía ir. ¿Adónde? ¿A sentarse al borde del camino como espectador de la vida? ¿A seguir pidiendo limosna? ¿A seguir manteniendo la imagen de una existencia lastimosa?

No. Para nada. Ahora recuperó la visión. Quiere ser protagonista y no mero espectador de la vida. Quiere mantener la alegría y el entusiasmo, por lo que no va a volver a ser especialista en colocar las posaderas sobre la vera del camino y en extender la mano por un poco de dinerillo.
Entonces, sin pedir permiso, ni discutir lo que se le dijo, ni averiguar que cláusulas tenía que respetar, decide seguir a Jesús.

El narrador, sin conocer a Borges y sus bien ganados pergaminos literarios, apela a la misma calidad de síntesis y detalla: “el ciego pudo ver de nuevo y siguió a Jesús por el camino”.


Alguien que leyó este relato me comentó: “¿Te diste cuenta lo que quiere decir esa frase?”, sin esperar respuesta, agregó: “El que era no vidente ve en Jesús algo más que un sanador del físico, se le ilumina el entendimiento y descubre que Jesús es sanador de la vida”.

Oportuna reflexión. Así es.
Cuando Jesús toca la vida de una persona, ésta se transforma. Comienza a valorizar su existencia. Ve su entorno de otra forma. Cambia sus prioridades. Entiende que la vida es para ser actor de ella. Tira su capa. Pega un salto. Encuentra lo que buscaba. Le coloca contenido a ese deseo de vivir una vida digna.

Cuando dejamos la ceguera de nuestros miedos y nos atrevemos a ver al Creador cara a cara, el desierto silencioso o el páramo abrumador de nuestras vidas, se transforma en el más maravilloso de los paisajes. La paz y la esperanza comienzan a formar parte del camino. La música de la fe nos acuna y conforta.

¡Arrojemos la capa! ¡Peguemos el salto!

¿Pude transmitirles aquello que les comenté al principio sobre la calidad de los escritores bíblicos?
No se, pero también… ¡Pavada de asesor literario tenían!

Tampoco se si conseguí explicar eso de que hay relatos en la Biblia que son una pinturita…
Acaso me faltaron medios ya que no soy poeta ni literato.

Posiblemente podrían ayudarme si la leemos juntos.

Tal vez Ud. quiera conversar sobre estos temas. O sobre otros. Quizás a vos se te ocurran más opciones de cómo cambiar una existencia de espectadores por una donde seamos actores protagónicos de la vida. Nos gustaría saberlo. Hablemos.
Por eso, desde la Iglesia Metodista de la calle Belgrano al 300, en Bahía Blanca, proponemos que…
“Pensemos juntos la vida”.

Pastor Aníbal Sicardi.
Correcciones: Rubén Ash
29 de Octubre de 2009

jueves, 22 de octubre de 2009

Letra: Ansiedad de Buscar



Letra y Música: Gustavo Cordera (del CD “Suelto”)
 
 
De cuando en cuando vos salís
y, con astío, te sentís
tras un disturbio sexual
tan poco sensual.
 
Y es tu respiración entrecortada,
ansiedad de buscar y no ver nada
que añora regresar
a primaveras pasadas.
 
Distracción, fascinación,
avidez de entretenimiento
así es como escapás
a tu propio misterio.
 
Y caminás como una zombie por la avenida,
acelerada, aturdida,
tras un tesoro que,
te llevó media vida.
 
Seguís buscando en un imperio
caridad y sólo hay almas mezquinas.
¿Dónde habrá luz en la cuidad
capaz de iluminar tus sombras?
¿Qué habrá detrás de tanta crueldad?
¿Podrán desactivar las bombas?
 
Cuando podés te la creés y ensayás
una sonrisa frente al espejo
aunque en la calle es
un talismán obsoleto.
 
Y buceás en el abismo de tí misma
y te mirás disminuida por un prisma,
así es como te ves
cuando no te querés.
 
Seguís...

Editorial 23: (22/10/09)


Ciegos guías de ciegos.


Hace un tiempo andaba por el centro de Buenos Aires cuando vi a un no vidente que tenía dificultades para movilizarse en una vereda, de esas angostas que tiene la gran urbe.

Me acerqué ofreciéndole ayudarlo. Aceptó agradecido aunque advirtiéndome: “Mire que voy a la otra cuadra”

“No hay problema, vamos por la misma dirección”, le respondí.

A poco de andar me apretó un poco el brazo y me dijo: “Tenga cuidado que más adelante hay una persona hurgando dentro de un basurero”. Como no lo había visto, levanté la cabeza para prestar más atención y comprobé, que unos metros delante de nosotros, un hombre tenía medio cuerpo adentro del basurero aparentemente buscando algo, casi seguro… comida.

“¿Cómo se dio cuenta que estaba el basurero y el hombre?”, le pregunté. “Y… por el olor” contestó.

“Si”, -le observé-, “pero me Ud. me dijo que en ese basurero había una persona ¿Cómo lo sabia?”.

Sabiamente me contestó: “el olor del depósito de residuos cuando está abierto es más fuerte que cuando está cerrado y se supone que si está abierto, alguien debía estar allí”.

Así que de ser guía de un invidente pasé a ser guiado por el ciego.

Recordé que una persona a la que le falta un sentido desarrolla más los otros sentidos. En este caso, el sentido de la vista era el que no funcionaba. Los demás aumentaron sus capacidades.

En ese momento vino a mi mente lo que Jesús les dijo a algunos religiosos de su época: “Son ciegos guías de ciegos”.

La ocasión en que el hijo de Dios pronunció estas palabras fue cuando esos religiosos criticaron a los discípulos de Jesús porque comían sin lavarse las manos y sin practicar los ritos establecidos para antes de comer.

En respuesta, Jesús les dijo: “Lo que contamina no es lo que entra por la boca sino lo que sale de ella”, mencionando que eso originaba las peleas, las guerras y otras cuestiones. Ellos se enojaron y fue entonces cuando Jesús les dijo que eran “ciegos guías de ciegos”.

Y no fueron, son, ni serán los únicos merecedores de esta frase.

Juan XXIII fue un gran Papa, fundamentalmente porque fue una gran persona. Él promovió Vaticano II, el evento eclesiástico más importante del siglo pasado inaugurado el 11 de octubre de 1962, Juan XXIII sabía que era fuertemente criticado y que buena parte de esa oposición provenía de los funcionarios del Vaticano.

Reunido con los obispos les dijo: “Esas palabras que disturban provienen de personas que tienen gran celo religioso pero carecen de sentido suficiente para valorar correctamente las cosas y son incapaces de emitir un juicio inteligente”.

Al pan, pan y al vino, vino. Esas personas, aparentemente bien intencionadas, también eran ciegos guías de ciegos.

Conocemos en la actualidad ejemplos de este tipo de personas. Líderes políticos y/o religiosos que sólo ven a través de sus deseos y son ciegos hacia la vida de la gente. Ejercen como dirigentes, grandes señores, pero llevan a los pueblos una y otra vez hacia los desastres de la pobreza, la guerra, la injusticia…

Cegadas por la ambición, el egoísmo, la envidia, la cobardía, se alejan de la vida real. Inventan otra vida y se convierten en animales que sólo actúan por instinto destructor. Transforman la sociedad en un espacio donde es difícil vivir y luego nos convencen de que esa es la única realidad. Así, nos dejamos conducir por los ciegos, transformándonos en ciegos. Vivimos la vida como una pesadilla y, como suele ocurrir con las pesadillas, no podemos o no nos atrevemos a despertarnos.

Cuenta la Biblia que Bartimeo era un hombre ciego que todos los días se sentaba al costado del camino a mendigar.

En una oportunidad se entera que por ese lugar estaba pasando Jesús. Lo llama a los gritos: “Hijo de David, ten misericordia de mí”

Jesús lo escucha y manda a sus discípulos a averiguar qué pasaba. Ellos vuelven con el ciego y Jesús le pregunta:

“¿Qué quieres que haga por ti?”

El hombre le dice: “Que recobre la vista”.

Jesús le contesta: “Tu fe te ha salvado”, y lo curó.

Bartimeo recuperó la vista.

Dejó de estar sentado al borde del camino y se fue detrás de Jesús.

De pasivo espectador de la vida pasó a ser actor de ella.

Bartimeo puede ser cualquiera de nosotros. Alguien que se siente limitado en la vida y reclama que le den la posibilidad de vivir a pleno. El gran paso que debemos dar es el mismo de Bartimeo: reconocer la ceguera y la necesidad de librarnos de ella.

Sin ese paso no hay liberación.

No se trata de conocer oraciones, liturgias, ritos. Se trata de tener los deseos de salir del encierro de las tinieblas a los caminos de la luz. Quererlo tanto que, al igual que Bartimeo, lo reclamemos a los gritos.

Nosotros nos atrevemos a afirmar que Jesús no pasa de largo. Se detiene y nos da aliento. Fuerza. Vista para ver la realidad de la vida y no el espectáculo, “el reality show” que nos inventan.

Recobrado el verdadero sentido de la vista, la vida retoma los colores y vivencias reales. Se transforma, y en ese caminar la nueva vida, descubrimos a muchos y muchas que se mueven con la fuerza que surge desde el corazón: el amor por medio del cual recuperamos la dignidad del ser humano.

Tal vez Ud. tiene otra propuesta para dejar de ser ciegos.

Quizás vos tengas alguna idea para mejorar nuestra visión. Conversemos al respecto. No nos manejemos solitariamente. Respondamos al llamado de vivir en comunidad.

Por eso es que, desde la Iglesia Metodista de Belgrano al 300, en Bahía Blanca, te proponemos que entre todos

Pensemos juntos la vida.


Pastor Anibal Sicardi

Correción: Rubén Ash

22 de Octubre de 2009

jueves, 15 de octubre de 2009

Editorial 22: (15/10/09)

Qué preguntamos cuando preguntamos.

Un filósofo contemporáneo, Giorgio Agamben, dice que los deseos son difíciles de expresar. Siempre vienen acompañados de imágenes que están en el corazón y la mente de quien manifiesta el deseo y que por eso no son bien entendidas por el que lo escucha.

Por ejemplo. Ud expresa el deseo de tener un jarrón. ¿Qué imagen tiene ese jarrón?

¿Pequeño, grande? ¿De un solo color o varios matices? ¿Lo quiere para colocar flores naturales o artificiales? Si es para lo primero, el jarrón debe estar preparado para contener el agua.

No hace falta ese detalle si es para flores artificiales o para que luzca lindo en algún lugar de la casa. Si es para lucirlo, ¿lo pondrá en la sala, en la oficina o en el dormitorio? Para cada caso el jarrón tiene sus particularidades.

Es decir, que tiene razón Giorgio Agamben: Cuando manifestamos un deseo

quedan escondidas algunas cuestiones que la otra persona debe adivinar o repreguntar.

El deseo siempre viene cargado de imágenes, en ocasiones inconfensables.

En una oportunidad un joven, -que era muy rico-, se acercó a Jesús preguntándole que tenía que hacer para heredar la vida eterna. Jesús, como buen maestro judío,

le contestó que observara los conocidos 10 mandamientos, los que había promulgado Moisés. El joven, rápido, le respondió que los había guardado siempre.

El segundo paso de Jesús fue decirle que entonces le faltaba una cosa, tenía que vender todo lo que tenía y dárselo a los pobres.

La perlita está entre la respuesta del joven y la segunda entrada de Jesús.

Quien relata ese encuentro, el evangelista Marcos, en el capítulo diez, describe una significativa actitud de Jesús. Dice Marcos que… “luego de la respuesta del joven diciendo que cumplía con los mandamientos desde su mocedad, Jesús, mirándolo, lo amó”.

¿Qué vio el Maestro que le produjo ese sentimiento de amarlo?

¿Qué había detrás de la pregunta?

Debe tenerse en cuenta que lo de la vida eterna no tenía el mismo significado que hoy generalmente le asignamos. Sólo en algunos círculos intelectuales se hablaba de la posibilidad de una vida después de la muerte.

En Israel los mandamientos habían sido dados para que la convivencia humana fuera digna. No eran una condición para obtener la vida después de la muerte. Eran para la vida de cada día. Por lo tanto la respuesta de Jesús se encuentra en esa perspectiva.

Jesús entiende que ese interrogante sobre qué hacer para heredar la vida eterna,

es el deseo de vivir una vida humana que valga la pena.

Cuando el joven le dice que siempre cumplió con los mandamientos, Jesús ve una persona que se esfuerza por vivir sabiamente, pero que no lo puede hacer y está buscando una respuesta válida. Valora esa disposición.

Entonces surge ese sentimiento de amor, de honra a un joven que lucha por vivir como se debe vivir, aún cuando no lo logra.

Jesús no solamente escucha el deseo, sino que oye las profundidades de ese pedido.

Comprende que la dificultad que tiene ese muchacho es que está apegado, agarrado, a las riquezas. Participa de la creencia de que sólo con dinero se puede vivir. Por eso le pide que se desprenda de sus riquezas.

La imagen que presenta Jesús de cómo vivir dignamente no coincide con la que tiene el joven, por eso éste se da vuelta y se va muy triste y desanimado. No se atreve a desprenderse de esa creencia sobre que el dinero es el elemento imprescindible para vivir bien.

El joven no está solo en eso. El sagaz Marcos acota que los discípulos se quedaron asombrados por la respuesta de Jesús.

Esta creencia todavía es muy popular entre nosotros. Tener dinero y mucho, es la meta para poder tener una vida digna. Es la creencia que culturalmente se nos impone.

De parte de Jesús hay una referencia aclaratoria sobre las dificultades de un rico para alcanzar vida plena. Sin embargo el punto de vista de Jesús es que cualquier cosa a la que estamos apegados puede impedir que vivamos dignamente. Hay otros apegos que impiden el cumplimiento de ese deseo que están incorporados en nuestras vidas sin que nos demos cuenta.

La semana pasada fuimos sacudidos por el suicidio de un joven. Dos días antes había cumplido dieciséis años. Ni los parientes, ni los amigos y las amigas más cercanas sospecharon jamás la posibilidad de tamaña desgracia.

Luego de su muerte, hilando sus últimas actitudes, hubo quienes sacaron la conclusión de que se había ido despidiendo de familiares y amigos.

Cuando decimos que conocemos a alguien ¿lo conocemos verdaderamente? Como en el caso de este joven hay múltiples pensamientos escondidos en la interioridad de cada persona que no percibimos.

Hagamos la pregunta: ¿Nos conocemos a nosotros mismos? Cuando expresamos un anhelo: ¿Tenemos claro lo que decimos o usamos las palabras para esconder lo que realmente queremos?

Más de una vez nos sorprendemos negativamente por algo que pensamos o hacemos.

¿Dónde se escondía o esconde ese sentimiento que ahora nos avergüenza?

El salmista es quien ora diciendo: “Señor sálvanos de los pensamientos ocultos”

Como decimos muchas veces y no nos cansamos de repetir, la vida hay que vivirla acompañados. No somos Robinson Crusoe que cruza el mundo solitario en una barca.

Gracias a Dios tenemos la realidad de vivir junto a otras personas.

Por eso, desde la Iglesia Metodista de Belgrano al 300, aquí en Bahía Blanca, les proponemos que…

Pensemos Juntos la Vida.


Pastor Aníbal Sicardi

Correcciones: Rubén Ash

15 de Octubre de 2009

Letra: Cada Loco con su Tema


Autor: Joan Manuel Serrat

Cada loco con su tema,
contra gustos no hay disputas:
artefactos, bestias, hombres y mujeres,
cada uno es como es,
cada quién es cada cual
y baja las escaleras como quiere.

Pero, puestos a escoger, soy partidario
de las voces de la calle
más que del diccionario,
me privan más los barrios
que el centro de la ciudad
y los artesanos más que la factoría,
la razón que la fuerza,
el instinto que la urbanidad
y un sioux más que el Séptimo de Caballería.

Prefiero los caminos a las fronteras
y una mariposa al Rockefeller Center
y el farero de Capdepera
al vigía de Occidente.

Prefiero querer a poder,
palpar a pisar,
ganar a perder,
besar a reñir,
bailar a desfilar
y disfrutar a medir.

Prefiero volar a correr,
hacer a pensar,
amar a querer,
tomar a pedir.
Antes que nada soy
partidario de vivir.

Cada loco con su tema,
que contra gustos no hay ni puede haber disputas:
artefactos, bestias, hombres y mujeres,
cada uno es como es,
cada quién es cada cual
y baja las escaleras como quiere.

Pero, puestos a escoger, prefiero
un buen polvo a un rapapolvo
y un bombero a un bombardero,
crecer a sentar cabeza,

prefiero la carne al metal
y las ventanas a las ventanillas,
el lunar de tu cara
a la Pinacoteca Nacional
y la revolución a las pesadillas.

Prefiero, el tiempo al oro,
la vida al sueño,
el perro al collar,
las nueces al ruido
y al sabio por conocer
a los locos conocidos


jueves, 8 de octubre de 2009

Editorial 21: (08/10/09)

La Gratitud

Los relatos sobre el andar de Jesús suelen ser perlitas de vida.

Uno de ellos cuenta que Jesús entró en un poblado, entre Galilea y Samaria, encontrándose con diez leprosos que le pidieron que los sanase.

Jesús les mandó que se presentaran ante los sacerdotes, una instancia requerida por la ley judaica para esos casos.

Los diez aceptaron la recomendación tomando el camino hacia la jerarquía religiosa pero a poco andar se sintieron distintos, se miraron y descubrieron que se habían curado.

Viéndose limpio uno de ellos regresó inmediatamente hacia Jesús y en voz alta, fuerte, agradeció a Dios por lo que le había acontecido.

El Maestro lo escuchó y preguntó “¿No eran diez los que se había curado? ¿No hubo otros que vinieran a agradecer por la sanidad?”

Ante este relato, la primera reacción es catalogar a esos nueve como desagradecidos. Un calificativo que se ajusta a sus conductas, pero que esconde el aspecto cultural.

Ellos actuaron más o menos como era habitual. No estaban acostumbrados a practicar el agradecimiento.

El comportamiento de los nueve tampoco es exclusivo de la cultura judaica sino de muchas otras, incluida la nuestra.

Los que tenemos varias de decenas de años, aquellos y aquellas que acumulamos juventud, hemos sido educados en esa línea.

Nuestros padres y abuelos nos querían, pero sacarles una palabra de aliento o agradecimiento por nuestro comportamiento, era comos extraer un corcho de la botella de vino… sin sacarcochos, que, por otro lado, en aquellos tiempos eran escasos.

Algunos recordamos que veníamos con buenas calificaciones de la escuela, un 9 en matemáticas y se nos decía ¿Por qué no sacaste diez?

Jugábamos al fútbol. Como arquero habíamos sacado pelotas de un lado y de otro. Ganamos tres a uno, pero entonces nos decían “¿Cómo es que te hicieron ese gol?”

Cumplíamos estrictamente las normas de la vida familiar, pero nunca unas gracias por ello. Simplemente, estábamos haciendo lo que se esperaba de nosotros.

A eso se añadía la rigidez del cuerpo. Las caricias y abrazos escaseaban. Eran una muestra de debilidad. Vivíamos en la sequía de la expresión corporal.

Es cierto, ellos habían sido enseñados en esa cultura. La del esfuerzo, la de no dar aliento a los hijos por temor a que se volvieran soberbios o que se tirasen a la haraganería.

En el área religiosa el hábito es que todo lo bueno que recibimos se lo adjudicamos a Dios. Lo cual es cierto. Pero olvidamos que muchas veces eso que salió bien, fue también producto del esfuerzo de personas concretas.

Algo de eso está en la frase de Jesús cuando pregunta “¿Nadie vino a agradecer a Dios por lo ocurrido?” Bueno, hubiera sido demasiado grueso decir “¿Nadie vino a agradecer lo que yo hice?” Sin embargo, la sanidad vino por causa de Jesús.

Puede alegarse que Dios le dio esa posibilidad. Lo cual es cierto, pero se hizo porque a Jesús le pareció que esa gente debía ser curada y reintegrada a la sociedad, ya que un leproso era de los excluidos de aquel tiempo.

Los pasó de categoría de no persona a persona.

Si frenamos un poco la velocidad y pensamos en los beneficios con que gozamos y cómo llegaron a nosotros, tendremos la misma conclusión.

Las jornadas de ocho horas de trabajo, los francos semanales, la jubilación, las obras sociales no las trajo una cigüeña sino que son frutos de largas luchas de los y las trabajadoras, en las que deben incluirse no pocos mártires.

Igual en cuanto a los adelantos de la medicina que posibilitan la cura de enfermedades otrora incurables y también, como lo registra un reciente informe, que en Argentina haya crecido la expectativa de vida en los dos últimos años.

Detrás de esos hechos se encuentra el esfuerzo de muchas y muchos investigadores que dieron lo mejor de sí en beneficio de la gente.

Ahora vamos por más. Propugnamos el mejoramiento de las obras sociales, viviendas para más familias, mejores tratos en el trabajo, pero todo eso a partir de lo que ya tenemos, de lo que hemos recibido por medio de otras personas que en el pasado pensaron en las generaciones futuras.

Agradecer es reconocer el beneficio que se nos otorga. El Diccionario de la Real Academia Española señala que agradecer es un afecto personal, puro, desinteresado y de confianza en la otra persona. Es decir, creer que el beneficio que nos dan es de buena madera y no tiene segundas intenciones.

También están los que creen que todo lo bueno que tienen lo han conseguido solos.

El orgullo no les permite reconocer lo que recibieron de otras personas.

Además, vaya con el dato, junto al orgullo está el temor, el miedo a abrirse al otro.

Se aíslan y hasta pueden llegar al extremo de criticar o hacer daño a quienes los ayudaron.

Es clásico lo que les ocurre a estas personas. Temor a ser agradecidos, sentimientos de soledad, inventando el convento propio y creyendo que todos están en contra de uno. Soy yo y mis enemigos. Nada extraño que terminen solos, tristes. En fin, muertos que caminan.

La persona que sabe agradecer abre las cortinas de su interioridad. Permite que entre el sol de la vida y, como consecuencia, proyecta su propia luz hacia los demás.

Agradecer es mostrar afecto. Guardar en la memoria el acto de generosidad que se nos obsequió.

Dada la herencia cultural recibida hay que tomar conciencia de que es una costumbre que debemos aprender a usar. Es necesario practicar.

No porque tengamos una naturaleza mala sino porque aun nos arrastra esa educación equivocada, la de no tomar en cuenta el ser personas agradecidas.

Por eso el Apóstol Pablo les insistía a los cristianos y cristianas de Filipo que sean agradecidos.

Porque ese aprendizaje no se puede hacer solo o sola, en el aislamiento, sino en comunidad, junto a otras personas, es que desde la Iglesia Metodista de Belgrano al 300, aquí, en Bahía Blanca, les proponemos que Pensemos Juntos la Vida y que nos acompañen en este aprendizaje que debemos transitar juntos.


Pastor Aníbal Sicardi

Coorrecciones: Rubén Ash

08 de Octubre de 2009

Letra: Gracias

Letra: Jorge Drexler

Gracias, gracias, gracias
Quiero agradecer a quién corresponda
Y a nosotros dos el premio a la audacia
Por entrar al mar por la parte más honda

Tiempo al tiempo al tiempo
Cada huella ira encontrando su arena
Cada beso deteniendo un momento
Y cada canción matando una pena

Yo quiero dar la noticia
Yo quiero gritar que me quieres a los cuatro vientos
No quiero guardarme lo que siento

Los relojes se detuvieron
En aquel corredor vacío
Yo te vi llegar
Flotando a un palmo del suelo
Tus labios rumbo a los míos

Nunca digas nunca
Todo pasa en el momento menos pensado
No pensé que fuera a oír tu pregunta
Ni a tu corazón latiendo a mi lado

sábado, 3 de octubre de 2009

Los 112 pirulos de Nuestra Iglesia

¿Por qué festejar los 112 y no un número redondo?

Porque fue la excusa perfecta para juntarnos y hacer una reunión familiar.

Por eso la invitación fue para todos, la Congregación, familia, amigos, Iglesias hermanas, los grupos que utilizan la Iglesia, la gente de la radio… Y se prendieron casi todos… Llegamos a las 100 personas.

El grupo que organizaba (mayoría mujeres de distintas edades) le dimos importancia a los dones que cada uno posee. Con lo cual tuvimos muestras de Pinturas, Fotos, Crochet, Libros, Ropa, los chicos de la Iglesia Metodista de Loma Paraguaya llevaron las exquisiteces de la panadería y los jóvenes de Villa Rosas unos dulces caseros espectaculares. También disfrutamos de un grupo de Rap, otro de Bossa Nova, guitarra, piano tocado espectacularmente, la profesora de yoga enseñándonos a respirar luego de un juego para romper el hielo, las chicas del NIDO (Mujer golpeada) mostraron un video y uno de nuestros hermanos dando testimonio luego de 20 años de estar ayudando allí…

Hubo un momento mágico cuando luego de la presentación del Grupo Coral cantamos todos juntos la Bendición.

No faltaron los videos con fotos de todas las épocas y el reconocimiento a mayores y adultos que llenó de emoción a más de uno. Y hasta los niños tenían su espacio para jugar.

Para la cena todos compartimos empanadas, una torta riquísima y no faltó la mesa dulce…

La fiesta fue divertida, emocionante, pero lo mejor fue que todos la pasamos muy bien y pudimos disfrutar a pleno una reunión familiar, super informal, pero en la cual ningún detalle se dejó al azar…

¡Gracias a todos los que participaron y a los que ayudaron en todo momento!

Quién sabe… Los 113 pueden ser todavía mejores…

Marina Yañez de parte del Equipo organizativo

Para ver las fotos y videos: http://radioiema.blogspot.com

jueves, 1 de octubre de 2009

Editorial 20: (01/10/09)

Vivimos la vida según la vemos.

Recibimos un correo electrónico con la entrevista a un pastor de camellos, cabras, corderos y vacas, que nació y vivió en el desierto del Sahara, y cuyo lugar de su nacimiento fue un campamento nómada.
De fe musulmana, actualmente estudia en la Universidad Montpellier, Francia.
Su nombre es Moussa Ag Assarid.

En esa entrevista Assarid comenta que en su primer viaje a Europa se asustó cuando vio a la gente corriendo de un lugar a otro. Explica que en su país las personas sólo corren cuando viene una tormenta de arena, por lo que al ver tanto movimiento, automáticamente le inundó el miedo.
El terror inconciente a una catástrofe que se avecinaba se apoderó de él.

Evidente, su visión de la vida era muy distinta a la de los europeos. En un primer momento pensó que quizás él estaba equivocado y los europeos en lo cierto, luego se cuestionó si no era al revés.

Assarid sostiene que la cuestión es la concepción del tiempo. Los habitantes del Sahara tienen otro ritmo, muy distinto a la forma acelerada de vivir en el mundo occidental.

Un gran filósofo y teólogo, Raimon Panikkar dice que en occidente: “Vivimos en un tiempo en el que se pretende que el rosal crezca rápidamente tirando de sus hojas”.

En el mundo del pastor Assarid se espera que el rosal cumpla su ciclo para dar sus flores. Estas son dos formas de ver la vida y hay muchas formas de vivirla.
Seguramente recuerdan el dicho: “La vida es según el cristal con que se mira”.


En muchos, o en la mayoría de los casos, podríamos decir que el proceso que utilizamos es el siguiente: Nos hacemos una idea de la vida. Luego la vivimos de acuerdo a esa idea.

Es decir, construimos una visión de lo que es la vida, luego afirmamos que ella es así.
Si hay otros que dicen que es distinta, creemos que están equivocados. Entonces, ¿Qué pensamos acerca de cómo es nuestra existencia?

Veamos un ejemplo.
Salimos de vacaciones y al volver comentamos: “Me fue fantástico. Cargué las pilas”.
Eso significa que estamos preparados para volver al trabajo. Estábamos cansados, ahora descansamos.

Pero… ¿De que estábamos cansados? ¿Del trabajo o de la forma de vivir cada día?
Vale la pena fijarse en la diferencia.

Solemos tomar la vida como si fuese una guerra. Una lucha feroz por la supervivencia.
Si se plantea una discusión queremos ganarla. Pegamos con los argumentos fuertes y estamos atentos a los débiles para defendernos cuando nos ataquen.

El objetivo siempre es ganar. A veces no importa cómo.

Son pocas las personas a quienes se les ocurre encontrar otros caminos. Por ejemplo, examinar lo que cada uno propone y ver cómo se puede construir en forma conjunta.
Se evitarían esas discusiones que siempre terminan mal.

Hay que cambiar el chip mental. La vida no es una guerra.

También suele pensarse que la vida es como una escalera. Hay que subir. Cuanto más alto, mejor. ¿Mejor? ¿Mejor en relación a qué? Ojo, que al practicar este estilo de vida, automáticamente decimos que los que quedan abajo son peores, o malos, o no sirven.

Hay muchas otras formas de ver la vida. Como decíamos antes, generalmente construimos o aceptamos una imagen de la vida y luego nos esforzamos para vivir de acuerdo a ella.

El Apóstol Pablo tenía su visión de este asunto. Decía que era como alcanzar un blanco.
Lo importante no es el manejo del tiempo. Competir. Subir. Declarar la guerra.
Lo sustancial es la dirección que llevamos y ver si vamos hacia el blanco. A la vida plena. Libre. Satisfactoria.

Pablo habla de alcanzar el blanco. Y aquí nos encontramos con una perlita, la palabra pecado quiere decir errar el blanco. Originalmente viene del arte de la Arquería. Se tensa el arco, se lanza la flecha y hay que dar en el blanco. Errar el blanco es un pecado.

Si, ya se, nosotros usamos la palabra pecado cuando se hace algo que creemos que es malo. Y así es nomás: errar la dirección de nuestra vida es un pecado.

Hay que preocuparse y ocuparse en ver si lo que hago está bien o está mal, pero lo fundamental es observar si la orientación de la vida va hacia el blanco, el de la vida legítima y no fraudulenta.

Un poco complicado, ¿no?... Pero no imposible.
Dar en el blanco. Alcanzar el objetivo de una vida a pleno.
Algo que podemos lograr si nos unimos.
Para eso, desde la Iglesia Metodista de la calle Belgrano al 300, en Bahía Blanca, te proponemos…
Pensar Juntos la Vida.

Pastor Anibal Sicardi
Corrección: Rubén Ash
01 de octubre de 2009

Letra: Honrar la Vida



Letra de Eladia Blázquez
 
 

 ¡No! Permanecer y transcurrir

 no es perdurar, no es existir

 ¡Ni honrar la vida!

 Hay tantas maneras de no ser,

 tanta conciencia sin saber

 adormecida...

 Merecer la vida no es callar y consentir,

 tantas injusticias repetidas...

 ¡Es una virtud, es dignidad!

 Y es la actitud de identidad ¡más definida!

 Eso de durar y transcurrir

 no nos da derecho a presumir.

 Porque no es lo mismo que vivir...

 ¡Honrar la vida!


 ¡No! Permanecer y transcurrir

 no siempre quiere sugerir

 ¡Honrar la vida!

 Hay tanta pequeña vanidad,

 en nuestra tonta humanidad

 enceguecida.

 Merecer la vida es erguirse vertical,

 más allá del mal, de las caídas...

 Es igual que darle a la verdad,

 y a nuestra propia libertad

 ¡La bienvenida!...

 Eso de durar y transcurrir

no nos da derecho a presumir.

 Porque no es lo mismo que vivir...

¡Honrar la vida!